Destino incierto
Capítulo 1

Capítulo 1:

Fabiana acababa de terminar su última clase del día.

“Amiga, esta ha sido una dura semana de exámenes”.

“Sí… ¿Te das cuenta de que ya nos queda tan poco para graduarnos de médico?”

“¡Ya me veo vestida con una bata blanca atendiendo a mis pequeños pacientes, siempre he querido ser pediatra!”

Fabiana respondió emocionada.

“Te gustan mucho los niños… pero no te olvides del amor, también es importante formar una familia, le has dedicado mucho al estudio”.

“Yo no soy como las demás chicas. Yo quiero que cuando llegue mi príncipe azul me enamore a la antigua”, dijo Fabiana con un rostro soñador.

“Quiero ser madre… que mi futuro esposo me enamore de una forma romántica, que me invite a comer, que me lleve flores, que me corteje… como los protagonistas de las novelas de época, donde existen los finales felices y se aman para siempre”.

Fabiana suspiró.

“¿Si sabes que es muy difícil lograr algo así? Realmente deseo que lo consigas y que no te vayas a llevar una gran decepción”, le respondió la otra.

Y con las palabras proféticas de su compañera, Fabiana tomó sus cosas y se dirigió a su casa soñando con su futuro próximo.

Fabiana iba sin prestar atención a lo que sucedía a su alrededor, y se sobresaltó muchísimo cuando un auto desconocido derrapó para frenar justo a unos centímetros de sus piernas.

Una camioneta cerrada tipo suv grande de lujo paró intempestivamente cerca de ella, tenía los vidrios polarizados así que no pudo ver lo que estaba pasando adentro.

Las llantas rechinaron sobre el pavimento dejando marcas, Fabiana se asustó tanto que saltó hacia atrás y gritó tan fuerte que se hizo daño en la garganta.

Dejó caer sus cosas al suelo cuando se llevó las manos al rostro para cubrirse las lágrimas comenzaron a rodar de sus ojos.

“¡Oh por cielos!”

Gritó de la impresión al ver que estuvo a punto de ser arrollada.

La desorientación y el aturdimiento de Fabiana la hicieron presa fácil de los malhechores y le impidieron reaccionar a tiempo para correr del peligro inminente y salvar su vida antes de que fuera demasiado tarde.

De la camioneta se bajaron rápidamente dos hombres vestidos con traje y lentes oscuros, eran gigantes como los luchadores de la liga UFC, y se abalanzaron sobre la mujer indefensa.

Le cubrieron la cabeza con una bolsa negra de tela.

“¿Qué es lo que está pasando? Suéltenme”.

“Cállate p%rra y déjanos hacer nuestro trabajo”.

Fabiana forcejeó con ellos y dio patadas en todas las direcciones.

Le pegó a uno por la espinilla y con sus uñas le arañó el rostro al otro, sacándole sangre y dejándole marcada el rostro.

“Esta p%ta me hizo daño”, gritó el hombre sangrando.

“Enséñala a respetar”, le gritó su compañero.

“Más vale que te quedes quieta o sufrirás las consecuencias”, dándole un puñetazo en el estómago a Fabiana la dejó sin aire.

La mujer paró de moverse adolorida y los hombres aprovecharon ese momento para meterla a la fuerza al auto antes de que alguien se acercara y viera el secuestro.

“Ustedes saben cómo hacer su trabajo. No quiero excusas. Si alguien ve lo que están haciendo lo matan”, les gritó Odín cuando ya se estaban subiendo a la suv para ir por la chica.

No les había dicho que era su hija.

Su jefe les había dejado muy claro que no quería testigos ni nadie que pudiera identificarlos luego.

Los procedimientos siempre eran así de meticulosos, y los hombres no querían abrir fuego en una zona residencial.

“Rápido carajo que alguien puede verlos”, gritó el chofer.

Con la suv ya en movimiento, Fabiana, presa de la desesperación, continuó gritando y repartiendo golpes.

Los hombres la golpearon de vuelta y uno de ellos llevó un pañuelo con cloroformo hasta sus fosas nasales presionándolo hasta que la chica perdió el conocimiento y cayó sobre el asiento del lujoso auto, inconsciente.

Horas más tarde, Fabiana se despertó desorientada en una habitación oscura y húmeda.

Se sentía perdida, intentaba recordar y darle sentido a todo lo que le estaba pasando, pero francamente no entendía nada.

“Hola, ¿Hay alguien ahí…?”

Llamó tentativamente, pero no obtuvo respuesta.

“¿Dónde me tienen? ¿Alguien que me diga que está pasando? ¿Por qué me secuestraron?”, gritó a todo pulmón asustada y entre lágrimas mientras tiritaba de frío y ansiedad.

“Mi nombre es Fabiana Valdez, les prometo que yo no soy a quien buscan, se han equivocado de persona”

Nada de esto tenía sentido.

¿Por qué alguien se la llevaría?

Hasta donde Fabiana sabía nadie quería hacerle daño, rogaba al cielo porque todo fuera un error y al día siguiente, al comprobar su identidad, la liberaran.

‘Por favor, que esto no sea una red de trata de blancas’ pidió, o ella estaría perdida.

“Yo soy inocente… no he sido testigo de ningún crimen. ¿Es que nadie va a responderme? ¡Que se han equivocado de persona!”, insistió.

Fabiana se llevó las manos a la cabeza y comenzó a mecerse de adelante hacia atrás.

“Cálmate Fabiana, cálmate”.

Respiró y se limpió los ojos con las mangas de la camisa, ya era de noche, entraba una luz tenue por debajo de la puerta, pero no era suficiente para distinguir unos centímetros más allá de su nariz.

“Qué piso tan duro, ni siquiera tengo donde recostarme”

Se frotó los brazos.

“¡El viento se cuela por todas partes!”

Se levantó con pasos trémulos y caminó hacia la puerta, con sus manos temblorosas comenzó a recorrerla buscando un picaporte para poder abrirla.

No encontró ninguno.

“¿Pero qué es esto? ¡Qué asco!”,

Intentó limpiarse las manos.

“Lo que me faltaba, ¡Ahora tengo las manos pegajosas y sucias!”

Se las llevó a la nariz para despejar las dudas que habían surgido en su cabeza.

“Sangre..”.

Fabiana era estudiante de medicina, ella sabía muy bien cómo podía oler la sangre.

“¡Oh por cielos! ¡Van a matarme!”

Se limpió las manos desesperadamente en el pantalón y se metió un puño a la boca para que no se escucharan sus gritos y sus sollozos.

“No puedo llamar la atención, no puedo cometer ese error”, se repitió una y otra vez como un mantra.

“Si ellos vienen molestos por mis gritos me pueden matar, esta es la más horrible de las pesadillas. ¿Por qué tengo que estar viviendo esto?”

Se escuchaba como corría la brisa afuera, con fuerza, como si el edificio estuviera en un lugar abierto, tal vez se trataba de algún sitio abandonado.

“Huele a aguas negras y a basura”

No se creía lo que estaba pasando.

¿Por qué?

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