Del odio al amor
Capítulo 25

Capítulo 25:

“Emma, solo te diré que, en caso de que no quieras mudarte conmigo y resultes embarazada mientras mi hijo no está, las consecuencias no solo caerán sobre ti, sino sobre toda tu familia. El divorcio por infidelidad supondría una pérdida económica exorbitante para tu padre que solo podría saldarla dejando el Corporativo en las manos de William. Así que piensa muy bien en lo que haces, muchacha”.

Después de amenazar a Emma con la mirada, haciendo a un lado la actitud bonachona que había manejado hasta el momento, dio media vuelta y salió de la habitación, dejando que tanto la chica como su abogado pudieran respirar con más tranquilidad.

Las primeras semanas, Emma le había enviado mensajes a William, queriendo saber cómo estaba, incluso intentó llamarle, pero fue inútil. Aun así, los siguientes meses, todos los días en las mañanas, Emma revisaba su celular esperando encontrarse una respuesta que jamás llegaba.

“¿Por qué no vamos hoy al karaoke? ¡A ti te encanta cantar!”, exclamó Darío al ver el estado depresivo de Emma.

“No, tengo que regresar a casa después de la escuela”, respondió mientras picaba su comida con el tenedor sin intentar comerla.

“¿Cuántos meses han pasado y tu Señor no regresa?

“Cuatro…”

“Bueno, vamos por la mitad”.

“Siempre y cuando esté ocho meses y no diez fuera de la ciudad”.

Emma se mordió los labios antes de suspirar.

“¡Fíjate, estúpida!”.

Ambos voltearon hacia el conflicto. Desde que Jessi y el tonto de su novio habían sido expulsados, alguien más adoptó el papel de bravucón. Se trataba de Anya, quien había estado a la sombra de Jessi por mucho tiempo. Ahora como la reina de la escuela, parecía estar molestando a la chica nueva.

“¿Sabes qué te haría sentir mejor?”, preguntó Darío con media sonrisa.

“No voy a meterme en problemas…”, dijo Emma desviando la mirada. Sabía que cualquier cosa que hiciera estaría bajo la lupa del Señor Harper.

“¡Por favor! ¡Dame mi mochila!”, exclamó la víctima de Anya y en cuanto su voz se quebró, le rompió el corazón a Emma.

“¡Está bien! ¡Ya voy!”, dijo poniéndose de pie ante Darío que la siguió con la mirada mientras aprovechaba para comerse su almuerzo.

Emma no tardó en poner en su lugar a Anya y defender a la nueva, que de inmediato se presentó como Emily. Agradecida, siguió a Emma hasta la mesa que ocupaba.

“¡Muchas gracias! ¡En verdad no hubiera podido sin tu ayuda!”, dijo viendo a Emma con alegría.

“Awww adoptaste un cachorrito”, dijo Darío antes de que Emma le arrebatara su comida.

“No tienes que juntarte con nosotros por compromiso”, agregó sin voltear a verla.

“No es que tenga con quien ir. Todos me han advertido de no acercarme a la Señora Harper, pero no sé quién sea”.

Darío casi escupe su bebida antes de atacarse de risa.

“Mucho gusto, yo soy la Señora Harper”; dijo Emma volteando hacia Emily y ofreciéndole su mano

“O eso creo”.

Emily era una chica adorable de mirada profunda y azul, así como un cabello largo y castaño.

Cualquiera podría decir que ella y Emma eran hermanas sino fuera porque eran casi de la misma edad, solo por meses.

Para suerte de Emma, Emily compartía el mismo horario de clases, así que se sentó a su lado en cada una de ellas.

Al principio fue incómodo, pues Emma no era afecta a ser tan sociable, pero después se sorprendió al notar que Emily era una chica excepcionalmente inteligente y también agradable.

En cada clase se ganaba la admiración y ternura de los estudiantes y el profesor.

Incluso ya habían adquirido un apodo al verlas tan juntas, ´La bella y la bestia´, donde claramente Emma era considerada la bestia.

Los meses continuaron su curso y la vida de Emma transcurrió entre escuela y casa, pues Román había decidido que dejara de trabajar.

Aunque Emma quiso avisar a William por mensaje, solo recibió ausencia y silencio como respuesta. Las visitas del Señor Harper se volvían incómodas cada semana, insistiendo con sus amenazas cuando Román  y Frida no estaban cerca.

Aunque Emma disfrutaba de su familia, no pudo evitar sentirse cada vez más consumida por las ansias de no saber lo que ocurriría con su matrimonio. ¿Qué viaje de negocios podría durar casi un año?

Mientras ella estaba casi de luto, ¿él estaba disfrutando de la vida en otro lado? Por lo menos a Román se le hizo injusto, nunca le había gustado ver a sus hijos con las alas atadas.

“¿Emma? ¿Estás ocupada?”, preguntó tocando a la puerta.

“No, pá… ¿Qué ocurre?”, dijo Emma permitiendo que Román entrara.

“Ya que no trabajas para William en su ausencia, creí que podrías retomar los asuntos diplomáticos del Corporativo”, dijo Román extendiendo una invitación a Emma.

”El Señor Ávila hará una reunión en el casino As de Picas, será un fin de semana donde varios empresarios asistirán. Me encantaría que fueras con Álvaro. Tal vez regresen con una nueva empresa de la cual apropiarme”.

“A veces siento que soy hija del villano de una historia, ese que quiere apropiarse de todo usando trucos sucios y sobornos…”, dijo Emma con una sonrisa, sin dejar de ver la invitación.

“Entonces, compórtate como la hija de ese villano y tráeme algo bueno de lo cual sacar provecho”, respondió Román sacudiendo su cabello y besando su frente

“Te daré dinero para que te lo gastes en el tragamonedas, ¿Qué te parece?”.

“Me parece que solo me quieres distraer…”.

Emma le dedicó una mirada tierna, estaba conmovida.

“¿Eso es tan malo?”, preguntó Román y la vio con tristeza

“Sal y diviértete, llévate a Lorena, dudo mucho que Álvaro se preste a los juegos de azar y las apuestas”.

“Gracias, pá”,  dijo Emma y abrazó a Román.

Siempre era reconfortante cuando ese hombre que le sacaba dos cabezas de altura la envolvía entre sus brazos.

Desde que era pequeña ella siempre supo que él daba los mejores abrazos, fuertes, que unen cada pedazo roto, pero te dejan respirar y te sientes reconfortada.

Después de un cansado vuelo en avión y un recorrido lleno de tráfico en auto, Emma llegó al enorme casino. Sus letras doradas y colores llamativos, pero a la vez elegantes, la dejaron sin palabras.

Vio el as de picas adornando el título del lugar y sintió una punzada en el corazón. ¿Qué no tenía William tatuado uno en el pecho?

“¿Estás bien?”, preguntó Lorena angustiada.

“Todo me recuerda a él”, respondió Emma con voz chillona y haciendo puchero.

“Hablando de eso. Creo que este viaje no estuvo bien. Se han cumplido los ocho meses y deberías de estar en casa esperando a tu esposo”, dijo Álvaro con la boca torcida.

“Si el regresa y tú no estás, Harper no tardará en molestar”.

“Álvaro, ¿podrías dejar de hablar de eso? Estamos aquí para distraernos”, dijo Lorena viéndolo con desaprobación.

“¡Claro que no! Román nos envió para que valoremos otras empresas donde podamos ser accionistas e incluso adquirirlas y hacerlas parte del Corporativo. ¡No son vacaciones!”.

“¿Dejarían de pelear?”, preguntó Emma y se volteó, cubriendo su rostro mientras su piel se erizaba.

Caminando altivo y pretencioso, Bastian se dirigía hacia la entrada.

“Es obvio que él esté aquí, es el dueño de la empresa mercantil Bafel. Aunque no ha estado muy bien últimamente, creo que esta es una gran oportunidad para conseguir accionistas”, dijo Álvaro torciendo los ojos.

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