De odiarnos a amarnos -
Capítulo 43
Capítulo 43:
“En tu mensaje dijiste que sabías quién tiene a mi hija”, dijo Frida entre dientes.
“Siéntate, ¿quieres un café?”.
“¡Quiero a mi hija!”, exclamó Frida iracunda, pero la mano de William sobre su hombro le recordó que tenía que mantenerse tranquila.
“Marianne… por favor”.
“Frida, yo también tengo un hijo y no me imagino lo que haría si estuviera en tu misma situación. Por si no lo recuerdas, de las dos soy la más empática y considerada” .
“La vio con recelo” Johan, ¿puedes explicarle a la Señora Gibrand lo ocurrido? Tú sabes mejor la historia”.
Johan se acercó después de permanecer en la oscuridad del lugar, confundido con el resto de los comensales. Más que su esposo, parecía su ayudante. Se sentó al lado de ella y le dedicó una sonrisa divertida a Frida quien lo fulminaba con la mirada.
“La Señora Tina Gagnon contrató a un hombre para que saboteara el auto de la Señora Emma Harper. Por suerte este hombre es conocido mío y cuando me platicó lo que había hecho decidimos salir en busca de la Señora, lamentablemente llegamos tarde y el auto estaba destrozado… fue una suerte que no muriera en ese accidente”
Frida se sentó ante la mesa, con las manos temblorosas y trató de respirar.
“¿Dónde está mi hija?”, preguntó con más docilidad.
“Conmigo… en un lugar seguro. Fue atendida por mi doctor de cabecera. Sufrió una fractura en el brazo izquierdo y algunos golpes y tallones, pero en realidad está bastante bien”, dijo Marianne
“No te preocupes, la estoy cuidando”.
“Hable claro y diga lo que quiere”, dijo William rechinando los dientes.
“Quiero hacer un trato… firmar la paz con los Gibrand”, dijo Marianne viendo fijamente a Frida a los ojos.
“Lo que quiero son los viñedos que me quitaste… regrésame cada finca que me pertenecía por derecho. ¿No es algo que Román estaría dispuesto a hacer por su hija?”.
“A cambio, ayudaremos a Emma a regresar a casa”, dijo Johan queriendo romper con la tensión.
“¡Basta! Te regresaré cada viñedo”, dijo Frida viendo con un odio infinito a Marianne.
“Perfecto… ven a visitarme a la finca Raizor cuando tengas todo listo”, dijo Marianne con altanería antes de ponerse de pie.
Cuando Johan entró para alimentar a Emma, se la encontró con medio cuerpo fuera de la cama, los amarres de sus tobillos aún la mantenían atada al colchón. Así que su intento de escape había fracasado patéticamente.
Le ofreció una sonrisa inocente a Johan, que solo torció los ojos antes de poner la charola con comida en la mesa auxiliar y cargarla de regreso a la cama.
“¿Sueles ser tan torpe?”.
Emma lo tomó por el cabello con su mano sana, creyendo que podría enfrentarlo.
“¡Te tengo!”, exclamó victoriosa y quiso golpearlo con el yeso, pero Johan detuvo el golpe con una sola mano y le dio una palmada en la frente que la mareó
“Te creía más agradable cuando eras jardinero”, dijo frotándose la frente y apretando los párpados, queriendo deshacerse de su aturdimiento.
“Como te habrás dado cuenta, esa no era mi verdadera profesión… aunque admito que la extraño…”.
“Dejó la charola con comida sobre el regazo de Emma”.
“¿Extrañas ser jardinero o extrañas a Lorena?”, preguntó con una sonrisa pícara.
“¿Estás consciente de tu situación? Estás secuestrada en una de las fincas de los Raig y yo soy tu carcelero. Deberías de temerme… pero parece que nadie te avisó”
“No, lo siento… no me llegó la notificación”, respondió Emma con una sonrisa divertida
“Pareces un hábil peleador, pero yo solo veo al jardinero que anhelaba con amor a mi amiga Lorena”.
“Solo cállate y come…”, dijo Johan molesto.
“¡Oh! ¡Vamos! ¡Solo quiero saberlo!”, exclamó Emma emocionada
“Obviamente te casaste con Marianne por su dinero, pero… ¿quieres a Lorena? ¿Qué sientes por ella? Prometo no decirle nada para no echar a perder la magia”.
“Come”.
Johan tomó un trozo de fruta y se la metió a la boca haciéndola callar.
“La vida no funciona así, Emma. Aprecio a Lorena, es un rayo de sol que saca lo mejor de cualquier persona, es… demasiado inocente para ser cercana a alguien como yo”.
“Pero… ¿la quieres?”, balbuceó Emma con la boca llena intentando que sus palabras fueran entendibles.
“La quiero y siempre la ayudaré en lo que pueda, pero no esperes más… su camino y el mío no van en la misma dirección”, respondió Johan con una pizca de melancolía antes de volver a llenar la boca de Emma con más comida
“Ya no hables o te vas a atragantar. Además, tus padres y tu esposo deben de estar en camino, así que pórtate bien. No quiero entregarte con el otro brazo roto.
Román abrazó a Frida queriendo consolarla, mientras Álvaro y William revisaban cada contrato y escritura. Todo estaba ahí.
Entraron a la finca, Marianne ya los estaba esperando en la estancia, la cual estaba llena de rosas rojas, como las que Román le regalaba atrás tiempo, dejando en claro que aún no olvidaba su engaño y traición.
“¡Bienvenidos!”, exclamó con sarcasmo.
“Espero que traigan todo”.
“¿Dónde está Emma?”, preguntó William con los dientes apretados
“No permitiré que se te entregue nada a menos que la veamos sana y salva”.
“El gallardo esposo ansioso por ver a su mujer. Qué ternura. Espero que tú la hayas tratado mejor de lo que Román trató a Frida”, agregó Marianne y volteó hacia Johan quien de inmediato se internó en el pasillo
“Irá por Emma”.
Apenas había desaparecido Johan de la vista de todos cuando se comenzaron a escuchar los reclamos.
“¡¿Pero por qué?! ¡No le encuentro sentido a renunciar a lo que te hace feliz!”, exclamaba Emma molesta mientras Johan, cansado de escucharla, la empujaba en una silla de ruedas
“¡Debes de luchar! Apuesto a que…”.
“¡Aquí está! ¡Ya llévensela! ¡Me tiene harto!”, profirió Johan casi lanzándola hacia William que de inmediato se acercó.
“¡Emma!”.
La envolvió con cuidado entre sus brazos y la llenó de besos
“¿Estás bien? ¿Te hicieron daño?”.
“Todo está bien”, dijo Emma viéndolo con ternura y acariciando su rostro, queriendo tranquilizarlo.
“¿Puedes… caminar?”, preguntó angustiado.
“¡Claro! Johan me trajo en silla para poder amarrarme de pies y manos, porque dice que no sé quedarme quieta”, dijo como niña regañada y agachó el rostro.
“Mi hermosa Emma, mi leoncita preciosa… tenía tanto miedo”; dijo William acariciando las mejillas aún rasguñadas de su esposa.
Los moretones no se habían diluido del todo y su rostro parecía pintado por una galaxia, con tonos rojos, morados y verdes que adornaban su piel.
“La hubiera amordazado si no fuera porque intentó morderme un par de veces”, agregó Johan viéndola con rencor.
“Tal como prometí, sana y salva…”, dijo Marianne torciendo los ojos, molesta por su plática infantil
“Es tan impertinente como tú cuando eras joven, Frida”.
.
.
.
Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Reportar