Cortejando a su exesposa -
Capítulo 30
Capítulo 30:
Jonathan suspiró por quincuagésima vez en el día. El trabajo le estaba estresando de verdad. Se puso el abrigo antes de apagar la luz y salir del despacho. Cerró la puerta tras de sí, mientras miraba la oficina vacía.
Era tarde y casi todos los que tenían algo de vida social habían abandonado la oficina. No es que le faltaran amigos, pero últimamente no le apetecía nada salir. Su teléfono sonó, era un mensaje de su novia Gina.
Después de hablar con Cuando Liza había empezado a salir con Steve, le había dolido mucho. Cada fibra de su cuerpo le decía que golpeara a Steve por siquiera mirar a Liza, pero eso era sólo su parte primitiva. Ya no era aquel hombre inmaduro, sabía que sus actos tendrían consecuencias y que esas consecuencias perjudicarían a Liza.
Así que lo soportó cada día, cada momento. Se mantenía alejado de Liza, evitaba mirarla, hablarle e incluso respirar el mismo aire que ella. No se había dado por vencido, sino que había recuperado la sobriedad.
Evitó a Liza y a cualquier otra persona durante un año, hasta que Alice se hartó y empezó a organizarle citas con sus amigas.
Nunca nadie se sintió tan bien como Liza.
Llevaba saliendo con Gina desde hacía cuatro meses y estaba a punto de tirarse de los pelos. Ya había decidido que rompería con ella, lo antes posible y de la forma más suave posible.
Había empezado a hablar con Liza, habría sido incómodo que las dos trabajaran en el mismo sitio y no se hablaran nunca. Había visto como Liza se animaba cada día más y en los últimos dos años Liza había vuelto a parecerse a la Liza que una vez conoció.
Podía ver que sus heridas estaban sanando y aunque odiaba que fuera otra persona, también estaba agradecido de que hubiera alguien que pudiera curarla pieza por pieza, como él nunca pudo.
Jonathan condujo hasta la cafetería donde había prometido encontrarse con Gina. Aparcó el coche y entró en la lujosa tienda con un café excesivamente caro y una camarera extraordinariamente burbujeante.
Miró a su alrededor, intentando encontrar a una rubia que le resultara familiar, cuando por fin la divisó. Estaba sentada con una taza de café humeante delante, vestida con un elegante traje pantalón negro, gafas colgadas de la nariz y el pelo recogido en una coleta, parecía la ejecutiva de primera clase que era. Se acercó a la mesa y tomó asiento frente a ella. Gina levantó la vista de su tableta. Estás aquí», dijo.
“Um sí. Escucha Gina, sólo quería decirte que no está funcionando. Creo que deberíamos dejar de vernos”. Dijo Jonathan.
Gina levantó la vista de su tableta con el ceño fruncido, antes de decir «¿estás seguro? No tengo tiempo para escuchar luego tus disculpas y cómo no lo decías en serio”.
Jonathan se sobresaltó, no era la reacción que esperaba, aunque se alegró de que ella no reaccionara como suele hacerlo la gente.
“Sí, estoy seguro», dijo.
“Vale, entonces hasta otra vez”.
Con esto Gina recogió su maletín y se fue, con sus tacones altos repiqueteando en el suelo de madera.
Gina había sido la chica más fría con la que había salido. Se preguntó si Alice todavía le castigaba poniéndole en contacto con chicas así. La camarera le trajo café.
Mientras bebía su café y miraba por la ventana, pudo ver a un tipo deslizando un anillo en el dedo de la chica en la heladería. La chica llevaba un vestido malva, el chico un abrigo negro y las brillantes luces les iluminaban.
No podía ver sus caras, pues sólo veía su perfil lateral, pero fueran quienes fueran, los imaginaba felices y esperaba que él también lo fuera algún día.
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