Capítulo 2:

Liza se quedó muda mientras Jonathan pronunciaba las palabras. Su corazón iba a mil por hora y el fuerte latido le impedía oír nada.

Los labios de Jonathan dejaron de moverse y ella supuso que había dejado de hablar y que ahora esperaba que ella dijera algo, pero se quedó allí en silencio, las palabras la habían abandonado en el momento en que Jonathan había llegado.

La mirada nerviosa de Jonathan se encontró con los ojos indescifrables de ella y ambos se quedaron inmóviles, a pesar de la música que sonaba de fondo y de la gente que reía y hablaba, lo único que se oía era un silencio sepulcral.

Podrían haber sido unos segundos o unos minutos, Jonathan y Liza no eran conscientes de cuánto tiempo había pasado mientras permanecían congelados en medio de la pista de baile, hasta que una pareja chocó contra ellos.

Fue entonces cuando se dieron cuenta de que habían estado de pie en la pista de baile sin darse cuenta de que el reloj seguía avanzando y de que la gente bailaba a su alrededor.

Se disculparon y se apresuraron a abandonar la pista. Liza iba en cabeza.

No tenía ni idea de cómo reaccionar, así que siguió caminando hacia la playa sin volverse para mirar si Jonathan la seguía. ¿Qué decirle al hombre al que había dejado sin decirle nada y que además resultaba ser el único hombre al que había amado?

Jonathan siguió a Liza en silencio. Había cedido a sus impulsos de alejar a Steve de Liza sin pensar en cuál sería la reacción de ésta. Ella había escrito en la carta que lo perdonaba pero que no volvería a reconocer su relación.

No tenía ni idea de cómo reaccionaría ahora. Le saludaría civilizadamente, le gritaría o le ignoraría descaradamente. Obtuvo su respuesta cuando Liza se detuvo.

Estaban en la playa, a poca distancia de la boda.

Ella se volvió para mirarle y le preguntó: «¿En qué demonios estabas pensando Jonathan, apareciendo ante mí de la nada?”.

Ahora que la miraba más de cerca pudo ver que Liza parecía diferente, tenía un aire de confianza a su alrededor, su pelo era ahora más largo, podía ver los reflejos avellana en su pelo de cerca.

“Te ves diferente», dijo en lugar de responder a su pregunta. Claro que estoy diferente. Han pasado cuatro años Jonathan”.

Liza respondió exasperada mientras Jonathan la examinaba.

Ya no era la mujer insegura y tímida que había dejado que él la pisoteara, no se sentía intimidada por el hecho de que Jonathan estuviera allí de pie examinándola con sus penetrantes ojos verdes, de hecho, aprovechó la oportunidad para examinar a Jonathan.

A ella le parecía el mismo. Su pelo castaño seguía peinado alborotadamente, su traje de corte limpio le sentaba bien, en todo caso se había puesto aún más en forma en los últimos cuatro años y su fuerte mandíbula parecía tan suave como siempre.

La única diferencia que notó fue en sus ojos. Tenían una madurez que no tenían cuando ella lo había dejado. Parecía más sabio, pero también más frío. El Jonathan que ella había dejado era más cálido que este Jonathan, que ahora se había convertido en un despiadado hombre de negocios.

Ella había oído hablar del éxito de su empresa.

Cómo había pasado en cuatro años de ser una pequeña empresa a una multinacional. Los medios de comunicación seguían a Jonathan y cada uno de sus movimientos.

Lo habían nombrado uno de los solteros más codiciados: rico y guapo.

Liza agradeció que lo que había ocurrido entre ellos se hubiera mantenido en secreto.

Cuatro años atrás, «Industrias West» había sido una pequeña empresa entre muchas otras que intentaban sobrevivir en la ciudad de Nueva York, en aquel momento a nadie le interesaba saber lo que ocurría en la vida de Jonathan y por eso su divorcio había pasado desapercibido.

Todo el mundo sabía que Jonathan había tenido una esposa, pero nadie sabía quién era ni qué había pasado realmente entre ellos, y Liza estaba agradecida por ello. Liza salió de sus especulaciones cuando oyó a Jonathan refunfuñar algo en voz baja.

“Lo siento, ¿qué has dicho?» preguntó Liza.

“Han pasado cuatro años, tres meses y veintitrés días desde que te fuiste» respondió Jonathan.

Liza se sorprendió al escuchar su respuesta. Jonathan seguía obsesionado con su pasado», pensó. Ver a Jonathan delante de ella le producía una sensación extraña. Era como si su pasado y su presente se entremezclaran en el horizonte en forma de Jonathan.

Ella había intentado olvidar su pasado pero no podía porque se había dado cuenta de que bueno o malo cada recuerdo valía la pena guardarlo.

Había pensado que si alguna vez volvía a ver a Jonathan, o bien ni siquiera lo reconocería o le diría unas cuantas palabras que avergonzarían incluso a los marineros, pero ahora estaba frente a él en la playa, con los talones clavados en la suave arena, las olas chocando entre sí, sin ninguna palabra.

El sol ya se había puesto, sólo quedaba en el cielo un ligero resplandor naranja rosado que les recordaba su presencia. Se quedaron mirando el mar azul que tenían delante mientras olas espumosas chocaban entre sí.

Hubo otro tramo de silencio incómodo, ambos miraban al frente, lanzándose miradas furtivas.

“He estado planeando firmar un acuerdo con Leslie, así que cuando me invitó a la boda de su hija tuve que ir» dijo Jonathan rompiendo el silencio.

“Oh» Liza respondió cayendo de nuevo en silencio como cada uno de ellos de pie frente al mar.

“Tengo que volver a la boda, Krista se estará preguntando dónde estoy» dijo Liza rompiendo otro silencio incómodo.

“Probablemente deberías regresar entonces» Jonathan respondió con su voz baja.

“Sí, debería» Liza dijo deseando que sus pies se movieran mientras su cuerpo se resistía.

Quería decirle tantas cosas, cosas que no pudo decirle hace cuatro años.

Quería gritarle por arruinar el hermoso cuento de hadas que habían estado viviendo, por no confiar en ella lo suficiente, por no acudir a ella cuando necesitaba apoyo, pero no podía hablar.

Quería abofetearle y darle un puñetazo, pero al mismo tiempo quería abrazarle.

Era como si todos los sentimientos que había enterrado hubieran surgido poco a poco, todo era muy confuso, sus pensamientos estaban dispersos y sabía que era mejor marcharse antes de hacer o decir algo que pusiera en peligro el regalo que había creado para sí misma.

“Fue un gusto verte Jonathan» dijo y se alejó de él, rumbo a la boda.

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