CEO, mímame
Capítulo 40

Capítulo 40:

Era una bandeja de frutas muy delicada hecha de cristal. Su cristal transparente se hizo pedazos en el suelo.

Sarah miró la fruta fresca en el suelo, y luego traslado su mirada de nuevo a su ‘mejor amiga’ que solía ser muy cerca.

Su corazón roto se hundió bruscamente.

Los ojos de la mujer también se quedaron en su cuerpo. Su cara reflejaba su pánico, como si viera que por fin había ocurrido lo más inesperado.

Unos segundos después, sonrió: «Sarah, eres tú».

En ese momento, un rastro de frialdad brilló en el fondo de sus ojos.

Sarah la miró y frunció el labio inferior. Aquellos mangos eran realmente una pena.

«Bueno, tengo otra cosa que hacer. Adiós».

«Ah, acabo de llegar…»

Las palabras de la mujer no habían terminado, pero Sarah ya había desaparecido al final del pasillo.

Los puños escondidos en la manga ya estaban fuertemente apretados por ella.

«¿Cómo has entrado?» le preguntó Bruce. Contempló fríamente a la mujer hecha un lío en el suelo.

La mujer se puso un poco nerviosa e inmediatamente explicó: «No, Bruce. Yo… pensé que ibas a recibir a unos invitados importantes, así que traje algo de fruta. No sabía que la invitada era Sarah».

Ella bajó la cintura, mirando las cosas en el suelo. Y dijo con una mirada pesarosa: «Oh, qué pena. Estos mangos son muy deliciosos. Bruce, ¿Puedo volver a…?»

«No, no me los comeré. Tíralos».

Sin decir una palabra, los ojos de Bruce no se detuvieron en absoluto.

Se bajó la corbata y cerró la puerta de su despacho.

Mirando hacia la puerta cerrada, la mujer permanecía en silencio en su sitio.

Se podía ver con detalle que se mordía el labio inferior, agarraba directamente aquellos mangos y los retorcía con fuerza.

Sus ojos se tornaron gradualmente siniestros y fríos. No se movió hasta que el jugo espeso y pegajoso cubrió sus manos.

…

En el camino de vuelta, Sarah había planeado renunciar al proyecto de Randall. Ella no era competente para este proyecto. Todavía era una novata y tenía poca experiencia.

Esa fue la razón por la que renunció.

El hombre tenía los ojos fijos en el sillón. Sus delgadas manos eran tan blancas como las de la mujer. La escena era como la magia de la reencarnación repetida.

Su sonido era uniforme, ni ligero ni pesado, cayendo sobre el teclado.

«¿Quieres renunciar?»

«No fue una renuncia. Sólo quiero renunciar al proyecto de Randall, que no debería ser mi responsabilidad».

Sarah corrigió su mala interpretación de sus palabras.

El ordenador se cerró rápidamente, revelando el rostro apuesto que siempre estaba lleno de bruma, pero que hacía sonrojar y palpitar el corazón.

Los ojos profundos se entrecerraron y el hombre se frotaba la barbilla.

Sus ojos estrechos y largos la penetraron centímetro a centímetro lentamente.

Abrió sus labios afilados, finos y rojos: «Estás a cargo de este proyecto. Renunciar representa tu dimisión».

«¿Cómo puede ser?» Sarah comprendió por fin. Fue Andrew quien no quería que ella permaneciera en la empresa y emitió esta orden desde el principio.

«Esa es la norma».

El hombre torció el cuello. Al ver su enfado, curvó los labios.

«¡Es imposible!»

Sarah sacudió la cabeza con fuerza y dijo enfadada:

«Dijiste que no me dejarías ser secretaria. Puedo empezar desde el nivel más básico. Lo acepto. Pero ya que me dejas ser miembro del nivel más básico, ¿Por qué me asignas la tarea más difícil? El derecho y la responsabilidad deben ser iguales. ¿Es demasiado pedir?».

Andrew no pensó en absoluto en el derecho y la responsabilidad que ella mencionaba. Simplemente no quería verla en la empresa.

«Independientemente de que usted trabaja aquí o no, acabo de poner mis palabras aquí.»

No le guardó las apariencias a Sarah. Sus palabras fueron simples y directas.

«Tú…»

La mujer se enfadó más. ¡Era tan mezquino!

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