Aventuras principescas
Capítulo 48

Capítulo 48:

Emery

Mis ojos vagan en busca de Daniel, mi amigo desde que empecé a estudiar aquí en Melbourne. En cuanto lo veo dirigirse hacia mí con una sonrisa en la cara; empiezo a devolverle la sonrisa.

Tío, cuánto tiempo. ¿Cómo estás? me pregunta.

Antes de que pueda contestar, sigue hablando: «Espera. No me lo digas. Eres el príncipe de Inglaterra que dejó Australia para casarse con la actual princesa, Emma. Qué sorpresa», añade.

Bueno, la verdad es que nunca le he hablado a nadie de mi título ni de nada de lo que ocurre en mi país. Es porque no quiero que lo sepan; quiero llevar una vida normal en la que pueda mezclarme sin que me traten diferente sólo por mi título.

Siento no habérselo dicho», le contesto.

Al principio nos sorprendió. Hannah estaba sorprendida. No nos dijiste una mierda. Nos enteramos de que se casaba el príncipe de Inglaterra, así que sí, claro, todo el mundo cambiaba de canal y miraba». Se ríe un poco mientras yo le sonrío.

Adivina qué. Te encontramos diciendo tus votos. Imagínate nuestras caras. Joder», añade.

»No creo que cosas así fueran necesarias, sinceramente. Es sólo que… vine aquí para llevar una vida normal, así que no me molesté en traer conmigo mi pasado», le digo, tratando de hacerle entender.

«No te preocupes, pero deberías habérselo dicho a Hannah».

¿Por qué debería? pregunto, frunciendo el ceño, confundida.

Daniel me mira con el ceño fruncido. Creía que Hannah y tú estabais saliendo. Los ratos que pasasteis juntos. Debe de haber algo entre vosotros», dice, dando a entender algo obvio.

Hannah y yo hemos hecho buenas migas durante los últimos meses antes de irme, pero nunca he pensado en ella más que como una amiga; sí, pasamos innumerables noches juntos que la gente daría por hecho que salimos, pero los dos sabemos que no es así. No siento nada por ella ni iba en serio con lo nuestro.

Fue por diversión. Ella también estuvo de acuerdo.

No estábamos saliendo. Ella también lo sabe», respondo antes de añadir: «Hemos pasado muchas noches juntos, sí, es cierto, pero no hay nada más que ser amigos con derecho a roce. Ni siquiera siento eso por ella», intento aclarar cualquier malentendido para que todo vaya bien.

«Supongo que siente más de lo que crees», dice.

»Entonces, debería parar. Estoy casado. No vamos a ninguna parte y cualquier aventura que haya tenido con ella, la dejé atrás cuando me fui de aquí. Díselo», digo, mirando el reloj unos segundos.

Daniel se ríe entre dientes. ¿Tienes hambre?

Empezamos a caminar uno al lado del otro mientras nos dirigimos a uno de los restaurantes del aeropuerto. Mientras comemos, hablamos de lo que le ha pasado en la vida, especialmente a él, de lo que le ha pasado desde que se graduó, porque a mí la vida me ha ido genial.

Cuando acabamos de comer, me lleva a mi apartamento, donde solía alojarme cuando estaba aquí.

«Vamos a salir esta noche. Deberías venir. Estoy seguro de que todos te han echado de menos», me dice, y se gira para mirarme, queriendo saber si iré o no.

Claro, nos vemos esta noche». Le contesto, salgo del coche después de recoger mi mochila y entro en mi apartamento; veo que las cosas aquí no han cambiado, obviamente. ¿Por qué iba a cambiar?

Nada más entrar, miro al suelo.

Cartas. Cartas esparcidas por el suelo. Cierro la puerta y me agacho para recoger las cartas antes de colocarlas todas en la isla de la cocina, suspirando.

Con otro suspiro, dejo caer el bolso en el sofá y me dirijo lentamente hacia mi dormitorio, dejándome caer en la cama y cerrando inmediatamente los ojos, cansada. El cansancio que siento es una locura.

Mientras miro al techo, me vienen a la mente los recuerdos de cuando estaba aquí, en Melbourne. Recuerdos con mis amigos, todos fueron buenos momentos pero he dejado parte de ellos atrás; para empezar de cero.

Giro mi cuerpo hacia el otro lado, mirando fijamente el cuadro de la pared antes de volver a cerrar los ojos; imágenes de Emma vienen a mi cabeza inmediatamente.

A decir verdad, es perfecta. Maravillosamente perfecta.

Ahora mismo, la echo de menos más que a nada.

Ojalá pudiera traerla conmigo aquí, pero no puedo. Sí, tengo que arreglar mi educación aquí en la universidad, pero también tengo que arreglar las cosas bien con mis amigos y no quiero que ella se interponga.

Quiero volver a casa con todo arreglado.

Entonces, no me molestaría mi vida pasada aquí.

Sin darme cuenta, ya me he dormido sólo de pensar en ella; mezclado con la cantidad de cansancio que siento debido a mi vuelo desde Londres y directo a Melbourne – un infierno de vuelo.

Mis ojos se abren de par en par cuando oigo sonar el timbre.

En cuestión de segundos, me agarro el teléfono cerca de la cabeza y veo que ya son las seis de la tarde; llevo tres horas dormido. Me incorporo y me dirijo hacia la puerta para ver quién está ahí.

Abro la puerta y me encuentro con Hannah, que me sonríe.

Daniel nos ha dicho que has vuelto», me dice.

Tardo unos segundos en responder, pero le devuelvo la sonrisa, sabiendo que es mi amiga. »Sí. Pero no hacía falta que vinieras, porque esta noche iré a veros», le respondo.

Ella asiente con la cabeza antes de mirarme los dedos.

No tardo mucho en darme cuenta de que me está mirando el anillo de casada, lo cual es obvio, pero no me molesto en apartar la mano de la puerta, dejándole ver el anillo para que se aclare.

“Sólo quería venir a recogerte», dice.

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