Aventuras principescas -
Capítulo 33
Capítulo 33:
Emma
»Si venimos aquí todos los días, engordaré enseguida». Dice Emery mientras le da un mordisco a su comida, provocando que me ría entre dientes mientras lo miro -solo observándolo comer-. Me sorprende cómo alguien puede ser atractivo de tantas maneras diferentes… De un vistazo, es condenadamente atractivo mientras mira por la ventana, pero luego, cuando come, es diez veces perfecto.
Me sorprende cómo alguien puede ser atractivo de tantas maneras diferentes… Una mirada, es condenadamente atractivo mientras mira por la ventana, pero cuando come, es diez veces perfecto »Gordo o no, estoy atascado contigo, de cualquier manera». Le contesto, dejando que sonría a su comida antes de coger un trozo y dármelo mientras me inclino lentamente hacia delante, facilitándole que me dé un mordisco.
Parece que me traes contigo».
Se ríe ante mi respuesta, »Tienes un restaurante. No me digas que nunca has probado todo lo que hay en la carta y no me digas cuántas calorías te has ganado por ceder». Me pregunta levantando una ceja y es entonces cuando me ha pillado: la comida es mi debilidad. Sí, puede que no parezca que como mucho pero la gente que me conoce mejor, lo entendería mejor.
Pongo los ojos en blanco, »Nunca he dicho que no lo haya hecho,» Entonces, sonríe una vez más después de mirar en mi dirección; mientras sigue comiendo su comida mientras me da de comer cuando quiere.
Quiero enseñarte Nueva York. Bueno, no todos los días tenemos la oportunidad de viajar y como voy a vivir en tu país, echo de menos las cosas de aquí». le digo, haciendo que me mire mientras mastica su comida. Mientras piensa un rato, empieza a asentir, ganándose una sonrisa de mi parte.
Después de la pesada comida que hemos tenido, nos dirigimos a la ciudad – con ganas de ir a sitios. Vamos a ver esto como los fundamentos de algo mejor; podríamos mejorar nuestra relación con esto, ¿quién sabe? Puede que acabemos siendo amigos o algo más. Aunque yo quiero más.
El lugar más cliché que tenemos que visitar es el Central Park. Lo habrás visto en muchas películas…». Me giro para preguntarle, veo que está ocupado mirando a su alrededor pero mira en mi dirección antes de contestar.
»Sí, ¿entonces iremos allí?» me pregunta.
Con un movimiento de cabeza, le cojo de la mano y nos dirigimos rápidamente hacia Central Park. Debido a mi acto infantil, le oigo reírse por detrás pero no me dice ni me impide hacer tal cosa. Sigue animándome corriendo a mi lado, de la mano.
Mucha gente nos mira, pero quizá nos vean como locos que no tienen nada que hacer por la mañana. Aquí la gente no molesta mucho, por eso no tengo que preocuparme por llamar la atención. Bueno, puede que los medios de comunicación tengan fotos nuestras, pero mientras no se metan y mientras la gente de aquí no nos moleste, estaremos bien.
Llegar a conocernos. Ese es el paso número uno. No quiero que la prensa nos lo arruine; queremos un momento para nosotros y que nos moleste la prensa es muy, muy digno de abofetearlos. ¿Paso número dos? Aún no lo he averiguado, pero probablemente acercarnos el uno al otro. Si no es demasiado rápido, lo que sea.
Una vez que hemos llegado al Central Park, nos encontramos cara a cara con la cantidad de gente, caminando con sonrisas en sus caras pero la mayoría con teléfonos en sus manos; por supuesto. Estamos en el siglo XX, ¿qué me esperaba? ¿Gente comunicándose a través de pájaros? pensé.
«Entonces, ¿qué hacemos aquí? Emery se gira hacia mí.
Caminamos», le contesto, frunciendo el ceño mientras me agarro a su mano una vez más, dándome cuenta de que ahora caminamos uno al lado del otro, como una pareja normal con las manos entrelazadas. A Emery no le importa mucho que vayamos de la mano, probablemente, porque dijimos que lo intentaríamos.
No hay nada que decir, sinceramente. Es como si estuviéramos teniendo una conversación, pero las palabras no son realmente necesarias. Puede que estemos hablando mentalmente, nunca lo sabremos. Él podría estar pensando en mí y yo podría estar pensando en él, tal vez estemos pensando el uno en el otro. ¿No es eso, dulce? Supongo que un poco.
«¿Podemos hablar mientras caminamos o va contra las reglas? Me pregunta, dejando que me ría de su pregunta. Asiento con la cabeza en señal de que él pregunte primero, dispara, siempre y cuando no se trate de nada estúpido, luego responderé. Su agarre de mi mano se tensa un poco mientras intento disimular mi sonrisa.
¿Cuál es tu animal favorito? Me pregunta.
Pongo los ojos en blanco. ¿Eso es todo? Le pregunto y él se ríe entre dientes, negando con la cabeza; para demostrar que se le han acabado las ideas, que pregunte lo que quiera pero que sea guay, intento responder, »León». Le contesto.
»Qué casualidad, creo que no. ¿Has buscado en Google sobre mí para saber cuál es mi animal favorito y así poder coincidir?» Se inclina un poco hacia mí y me río, lo que hace que él también se ría. Es tan provocador.
No, me gustan mucho los leones. Por cierto, ¿no es Emery una forma grisácea y negra de corindón? Levanto una ceja y él suspira, poniendo los ojos en blanco; probablemente ya le han hecho este tipo de preguntas antes, pero no lo culpo. Sin embargo, su nombre suena perfecto. Encaja con él de una forma que creo que no encajaría.
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