Atrapada con un doctor
Capítulo 118

Capítulo 118:

Decidió denunciar a Arvin cuando regresara a casa.

El hermano y Angela se habían unido para intimidarla, pidiéndole que recogiera las sobras, fregara los platos y limpiara la cocina. ¿Cómo se atrevían?

Le pediría a su madre que les diera una lección.

Desde la cocina se oían gritos de angustia y frustración sumado al ruido de los platos al romperse. Angela, que ahora estaba en brazos de Arvin, empezó a preocuparse por ella.

«No te preocupes por ella», dijo Arvin tirando de Angela hacia el cuándo intento abandonar su abrazo para comprobar lo que ocurría en la cocina.

«Pero parece que ha roto los platos…» protestó Angela.

«No importa. No romperá ninguno cuando haya practicado unas cuantas veces».

Como Angela había preparado la cena, que por cierto Lulu había disfrutado mucho, debía ayudar fregando los platos.

No hay cenas gratis en el mundo.

Todo el mundo tiene que hacer su parte del trabajo.

Ella no podía comer sin contribuir.

Angela asintió. ‘Lulu, tu hermano es rico. No le importan los platos que rompes. Buena suerte’ pensó para sí.

Al cabo de una hora, Lulu, agotada por el trabajo, salió de la cocina. Aunque su temperamento se había calmado un poco, enseguida montó en cólera al ver la escena en el salón.

La mujer se apoyaba sumisamente en el pecho de su hombre.

Y el hombre abrazaba a su mujer mientras veía una película.

Las manos de la mujer sostenían los bocadillos que ella y Lulu habían escogido antes juntas en la tienda.

Ella se dio un bocado y luego se lo dio al hombre.

Aunque parecía que al hombre no le gustaban los bocadillos, tampoco se negaba a comerlos.

Justo cuando Angela estaba a punto de poner la última rodaja de durián seco en la boca de Arvin, Lulu saltó sobre ellos con un grito. «¡Esas son mis rodajas de durián! ¿Cómo han podido coméroslas todas?», preguntó. «¡Matones! ¡Bestias!», gritó a la pareja.

Como a Arvin no le interesaba comer más rodajas de durián, observó en silencio cómo Lulu agarraba la fruta de la mano de Angela y se la comía ella.

Angela no estaba contenta. Fingió dar una patada a Lulu y le preguntó enfadada: «Iba a dársela a tu hermano. ¿Por qué la has tomado y te la has comido?».

«¡Yo agarré el durián!», respondió Lulu con agresividad.

«No, fui yo, ¿Bien?», replicó Angela, con los ojos muy abiertos.

Aunque las dos sabían de corazón que habían elegido juntas los bocadillos, seguían luchando entre sí para establecer su supremacía.

De repente, Lulu se dio cuenta de que Arvin había clavado sus fríos ojos en ella.

Se sintió ofendida. «¡Me haces bullying, hermano!», dijo y puso mal rostro.

Ahora que Angela sabía que Arvin la apoyaba, se mostró magnánima con su hermana.

«Este pudín es para ti», dijo tomando un paquete de la mesa y entregándoselo a Lulu.

«No pretendas tener piedad de mí, Angela. Al fin y al cabo, todo esto lo he pagado yo», dijo Lulu cruzando los brazos delante del pecho.

«Recuerdo haberte dado la paga de este mes», dijo Arvin con frialdad antes de que Angela pudiera replicar.

Lulu se quedó muda de rabia.

Arvin no debía de ser su verdadero hermano. «Soy tu hermana».

«No soy ciego», dijo Arvin sin mirar a Lulu. Estaba harto de sus rabietas.

Angela no pudo evitar reírse al oír la respuesta de Arvin.

Estaba muy contenta con su reacción. Para quedar bien ante Arvin, se levantó de sus brazos y dijo: «Mañana por la tarde, a la una, te espero en el laboratorio. Te enseñaré… cómo fabricar dr%gas. ¿Te parece bien?»

Acababa de decidir enseñar a Lulu una habilidad única.

Al oír esto, Lulu asintió con la cabeza. Realmente quería aprender a hacer nuevas dr%gas.

«Trato hecho. No te eches atrás», dijo alegremente, un poco apaciguada.

«Sí, claro», dijo Angela y volvió a sentarse en los brazos de Arvin.

Arvin meneó la cabeza con resignación.

Afortunadamente, ya había instalado las cámaras en el laboratorio para poder vigilar de cerca a Angela.

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