Atraído por mi mujer de mil caras -
Capítulo 867
Capítulo 867:
Había caído en su trampa y le había dado exactamente lo que quería. Abrumada por la frustración, le dio una patada sin pensar. Su método habitual de castigo era apuntar a sus espinillas, sabiendo que eran dos de los lugares más dolorosos para golpear. Después de todo, para alguien tan bien entrenado como él, golpear otras zonas no tendría mucho impacto. El hábito estaba muy arraigado, y hoy, naturalmente, volvió a apuntar a una de sus espinillas.
Aunque sus movimientos eran rápidos, Connor, con sus reflejos, podría haber esquivado pero decidió no hacerlo. Se quedó sentado, aún sonriendo, mientras el pie de ella se conectaba con su pierna. Cuando su patada aterrizó, soltó un gemido cooperativo e inhaló bruscamente. Incluso se quejó en tono burlón, diciendo entre dientes apretados: «Mujer cruel».
Aunque las palabras parecían una queja, su tono era más juguetón que serio. Marissa ya no podía tolerar su comportamiento. Su rostro se tiñó de carmesí, su corazón latió con fuerza y no pudo soportar seguir mirándole. Abrió de golpe la puerta del coche, salió de un salto y la cerró de un portazo, dejándole completamente fuera.
Una vez fuera, respira profundamente varias veces, inhalando el aire fresco para tranquilizarse. Al cabo de un momento, se dio cuenta de que Domenic, Marc y Terry estaban cerca, observándola con expresión divertida y cómplice. En aquel momento, Marissa tenía el pelo alborotado por el sueño y la cara y las orejas todavía sonrojadas por la vergüenza. No necesitaba adivinar que su aspecto había desatado todo tipo de especulaciones entre ellos.
Quería explicárselo, pero le parecía inútil y no sabía cómo. Sintiéndose aún más humillada, les espetó: «¿Qué demonios estáis mirando? Sigan mirando y sáquense los malditos ojos».
Domenic, Marc y Terry se estremecieron, bajaron rápidamente la cabeza y miraron al suelo. Aquella reacción no era la que Marissa esperaba, y se sintió aún más frustrada y exasperada. Respiró hondo, se dio la vuelta y se alejó a toda prisa.
Mientras caminaba, sacó su teléfono y se fijó en los mensajes de Q. Q había enviado a Marissa numerosos mensajes que sumaban más de una docena. Sin embargo, ninguno de ellos tenía mucha importancia. La mayor parte del contenido consistía en su preocupación por su bienestar. Temía que lo que le había ocurrido a su padre pudiera afectarla gravemente, lo que podría llevarla a la depresión y desbaratar sus intenciones de utilizarla para sus propios planes. Algunos de sus mensajes eran involuntariamente divertidos, adoptando el tono de un entrenador personal que ofrece consejos sinceros.
Tras repasar todos los mensajes de Q, Marissa respondió con una sonrisa gélida: «Estoy dispuesta a seguir tu consejo y unir fuerzas contigo».
Q respondió: «¿De verdad te has decidido?».
Marissa respondió: «Sí, tienes razón. Aunque estás afiliado a la organización turbia, nunca has hecho daño a mi padre. No tenemos ninguna animadversión arraigada ni ningún conflicto irresoluble. De hecho, nuestra colaboración es necesaria».
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