Capítulo 651:

Manejar a alguien como Ernst era una tarea trivial para Zorro Plateado, similar a aplastar un insecto, pero la idea le resultaba repulsiva. Prefería delegar la tarea en sus guardaespaldas y limitarse a observar.

La ayudante respondió con prontitud: «De acuerdo, señorita Swain, me encargaré ahora mismo».

Tras terminar la conversación con su ayudante, Zorro Plateado se volvió hacia Araceli. Notó un cambio repentino en el comportamiento de Araceli: de una sonrisa brillante a una expresión sombría.

«¿Qué pasa, Araceli?» preguntó Zorro Plateado.

«Nada… Sólo he recordado algo desagradable», respondió Araceli, intentando disimular su tristeza. A pesar de sus esfuerzos, las lágrimas brotaban de sus ojos y se esforzaba por mantener una sonrisa.

Zorro Plateado, aunque no era tan hábil como Marissa para leer a la gente, seguía siendo bastante perspicaz. Estudió el rostro de Araceli y dedujo que lo que le preocupaba era el fracaso de su relación.

«¿Estás pensando en Ernst?» preguntó Zorro Plateado.

Araceli la miró sorprendida: «Amo Elin, ¿cómo llegó a conocer a ese imbécil de Ernst?».

Zorro Plateado esbozó una sonrisa tranquilizadora. «Tu prima política lo contó todo sobre ti y ese canalla de Ernst. No pasa nada, todos nos topamos con algún que otro imbécil en nuestra juventud. No malgastes tu tristeza en alguien que no la merece».

Araceli asintió, y luego dijo con un deje de autoburla: «Mi prima política me dio el mismo consejo. Sé que no debería pensar tanto en Ernst, pero es difícil fingir que no estoy triste. No puedo evitar sentirme…». Frunció el ceño, la frustración evidente en su tono.

«Me desprecio por ello. ¿Cómo pude ser tan ingenua de caer en las encantadoras palabras de Ernst y dejarme llevar por él? Entré en el mundo de la perfumería gracias a él, esforzándome por sobresalir, pero él desestimaba constantemente mis esfuerzos, alegando que mis perfumes eran insignificantes. Siempre me sentí tan pequeña a su lado, como si no fuera nada».

Al continuar, su voz vaciló. «Sus elogios y su reconocimiento, maese Elin, sólo me hacen ver lo tonta que fui. Mi hermano me lo advirtió repetidamente, pero no le hice caso. Incluso me peleé con él por Ernst. Qué ciega estaba».

Las lágrimas empezaron a correr por sus mejillas a medida que hablaba más, con la voz entrecortada por la emoción.

«De niña, Emilee me acosaba, lo que minó mi autoestima. Enamorarme de Ernst no hizo más que empeorarlo; no perdía ocasión de menospreciarme, haciéndome sentir completamente inútil. Es como si casi me hubiera borrado todo el sentido de mí misma».

Sacudió la cabeza, el remordimiento tiñó sus palabras.

«Mirando hacia atrás, me doy cuenta de que todo fue inútil. Dejé que Emilee y Ernst, que no son más que tóxicos, arruinaran mi vida. Sin la perspicacia de mi prima política y tu apoyo, no puedo imaginar dónde estaría: probablemente destrozada sin remedio por su crueldad».

Abrumada por las emociones, Araceli confió sus sentimientos más profundos a Zorro Plateado, y sus palabras fluyeron sin cesar.

Al final, Araceli sollozaba incontrolablemente, abrumada por una mezcla de arrepentimiento, pena y alegría por su nuevo comienzo.

A Zorro Plateado, a quien se le había roto el corazón por Araceli después de saber por lo que había pasado, se le agudizó el desprecio por Ernst al ver sus lágrimas.

Se dio cuenta de que Araceli podía ser una de tantas mujeres inocentes y de buen corazón perjudicadas por el engaño de Ernst.

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