Capítulo 591:

Cuando Clarissa avanzó agresivamente, Marissa enarcó lentamente las cejas en respuesta. Xander corrió a su lado y le susurró con urgencia: «Instructora, desconfíe de las numerosas tácticas astutas de Clarissa. Es crucial que te mantengas alerta para evitar sus trampas».

Marissa lo agradeció con un sutil movimiento de cabeza y se colocó frente a Clarissa.

El enfrentamiento entre las dos mujeres comenzó con intensidad. Ambas eran figuras distinguidas dentro de la comunidad de las artes marciales, curtidas en innumerables batallas. Dadas sus formidables habilidades, el duelo estaba destinado a ser largo.

Los observadores señalaron que, aunque Burnet había afirmado que Clarissa no podía rivalizar con Malva Negra, sin duda poseía las habilidades necesarias para enfrentarse a ella con firmeza durante un tiempo. La verdadera cuestión estaba en el aire: ¿podría resistir lo suficiente para que su jefe interviniera?

Al comienzo del duelo, los espectadores observaban con tranquilidad, absortos en el desarrollo de la batalla. Los guardaespaldas de Clarissa y Aelfric, sin órdenes directas, dudaron en intervenir.

Marc y Tent, encargados de vigilar a estos guardaespaldas, también permanecieron inmóviles. El propio Connor optó por observar el duelo, decidiendo reaccionar en función de la evolución de las circunstancias.

Sin embargo, Zorro Plateado no estaba dispuesto a dejar que Aelfric se limitara a mirar. Lo miró con dureza y se burló: «¿Por qué limitarse a mirar? ¿Vamos a participar en un concurso ahora?»

Aelfric, visiblemente molesto, fijó su mirada en Zorro Plateado. «Malva Blanca, no pongas más a prueba mi paciencia. No estoy dispuesto a luchar contigo en este momento. Hazte a un lado, o no tendrás a nadie más que a ti mismo a quien culpar si me veo obligado a tratar duramente contigo».

Zorro Plateado soltó una carcajada burlona. «Aelfric, ¿de dónde procede tu confianza? ¿Te has acomodado demasiado en tu papel de instructor jefe adjunto de la Base del Juicio Final, creyéndote casi a la altura de Malva Negra y King?

Permíteme ser claro: careces del talento inherente que presumes poseer. King te eligió como instructor jefe adjunto no por tus capacidades, sino porque fuiste su primer discípulo, casi un hijo para él».

Aelfric siempre se había sentido muy orgulloso de su papel como instructor jefe adjunto de la Base del Juicio Final, una posición que valoraba incluso por encima de su autoridad sobre la familia Warren en Blebert.

Estaba convencido de su superioridad en la base, creencia reforzada por su formidable destreza, que, en su mente, justificaba su posición. Por eso era el que más resentía a Malva Negra.

Creía que, sin Malva Negra, habría sido el alumno más distinguido de la Base del Juicio Final y el sucesor natural de Rey.

Sin embargo, los cortantes comentarios de Zorro Plateado echaron por tierra esta percepción, haciendo que Aelfric se sintiera a la vez profundamente avergonzado y furiosamente indignado.

Aelfric fulminó a Zorro Plateado con una mirada amenazadora y espetó: «Malva Blanca, sobrestimas tu destreza. No creas que porque algunos comparen tus habilidades con las mías puedes comportarte imprudentemente. Sus alabanzas se deben a tus estrechos lazos con Malva Negra».

Zorro Plateado soltó una sonora carcajada. «Aelfric, ya que te crees tan superior y dudas de mis capacidades, vamos a ponerlo a prueba. El instructor jefe Malva Negra me ha encargado limpiar la casa para Rey esta noche. Al amanecer, el instructor jefe adjunto de la Base del Juicio Final habrá sido destituido, y el jefe de la familia Warren estará incapacitado».

La expresión de Aelfric se contorsionó. Apretando los dientes, rugió: «Malva Blanca, estás invitando al desastre».

En un instante, el encanto que había irradiado Zorro Plateado desapareció, sustituido por una frialdad escalofriante. Su mirada, aguda como dagas, se fijó en Aelfric.

Con deliberado énfasis, Zorro Plateado declaró: «Aelfric, ven y enfréntate a tu muerte».

Sin mediar palabra, Aelfric se abalanzó sobre Zorro Plateado, desatando el enfrentamiento. Burnet observaba atentamente cada movimiento. En un momento, Malva Blanca se mostraba seductora, y al siguiente, feroz como una guerrera.

Su habilidad para alternar entre estos personajes con tanta rapidez le recordó a Burnet a alguien en quien pensaba a menudo, alguien que compartía rasgos similares. Así pues, Burnet se concentró en Zorro Plateado, con el rostro marcado por la contemplación.

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