Atraído por mi mujer de mil caras -
Capítulo 23
Capítulo 23:
En un instante, los labios de Marissa y Connor se tocaron. Marissa sintió el calor y la suavidad de los labios de Connor. Su mente se quedó en blanco y se olvidó momentáneamente de apartarse. Domenic, Marc y Terry se quedaron estupefactos, ya que era la primera vez que veían a su jefe besar a alguien. Arabella estaba igual de sorprendida y necesitó un momento para recomponerse. No se lo esperaba. Pensó que Marissa se limitaría a darle un beso en la mejilla a Connor, pero allí estaban, compartiendo un beso apasionado. Los jóvenes de hoy en día no se contenían. Pero a Arabella le encantaba. Su atrevimiento demostraba su amor, lo que significaba que podrían tener un hijo antes.
Cinco o seis segundos después, Marissa recuperó el sentido y apartó a Connor de un empujón. Su rostro se tiñó de rojo cuando miró a su alrededor y vio que todo el mundo la miraba con incredulidad. Deseó desaparecer.
¿Cómo había acabado besando a Connor en los labios? Empezó a sospechar que Connor podría haberlo planeado. Reflexionando sobre el momento, Marissa lanzó a Connor una mirada escéptica, pero él parecía tan sorprendido como ella, incluso tosió torpemente como si el beso también le hubiera pillado desprevenido.
Marissa se quedó sin palabras. ¿Había malinterpretado la situación? ¿Realmente había sido un beso accidental? En ese momento, Arabella se echó a reír y dijo: «Ahora os dejo solas, jovencitas. No interrumpiré más». Con eso, salió de la habitación con la ayuda de un sirviente.
El ambiente en la sala de reuniones seguía siendo tenso, la temperatura descendía a un frío glacial. Cuanto más pensaba Marissa en el beso, más se enfadaba. Quería acusar a Connor de aprovecharse de ella, pero, sin pruebas, le preocupaba parecer arrogante.
Tras un tenso silencio, cogió con rabia un paquete de pañuelos y empezó a limpiarse furiosamente los labios. Los pañuelos se amontonaban en el suelo. Sus labios empezaron a hincharse por la presión. Domenic, Marc y Terry la observaban atónitos. Creían que Marissa había puesto a su jefe en una situación incómoda. Aunque el beso le hubiera molestado, podría haberse ido a su habitación a limpiarse. A Connor le daba vergüenza verla así.
El rostro de Connor se tornó severo al ver la evidente angustia de Marissa por el beso. ¿Acaso no comprendía cuántas mujeres lucharían por tener la oportunidad de besarlo? Finalmente, Marissa dejó los pañuelos a un lado. Todos pensaron que el incómodo momento había terminado, pero para su sorpresa, Marissa se dio la vuelta de repente y se dirigió al baño. Entonces se oyó el sonido del agua corriendo. Estaba claro que Marissa se estaba lavando la cara, intentando librarse de la incómoda sensación.
La ira de Connor se intensificó, las venas se le abultaron en la frente. Domenic, Marc y Terry estaban demasiado intimidados para pronunciar palabra. Nunca habían visto un desafío tan directo a la dignidad de su jefe.
Finalmente, el agua cesó. Marissa salió, con expresión fría. Tenía los labios hinchados, al igual que la mejilla, donde Connor la había besado. Pero la humillación no terminó ahí. Delante de todos, Marissa abrió un pequeño botiquín que había sobre la mesa, sacó un frasco de alcohol y se lo roció en la cara y los labios. Domenic, Marc y Terry volvieron a quedarse de piedra. Se dieron cuenta de que nunca nadie humillaría a su jefe como aquella aldeana. Con cada rociada, sentían como si estuvieran viendo cómo la dignidad de Connor se hacía añicos. Los tres intercambiaron miradas preocupadas, anticipando la reacción de Connor. Temían que reaccionara con dureza.
El ambiente en la pequeña sala de reuniones era tenso e intranquilo. Domenic, Marc y Terry incluso respiraban ligeramente, cautelosos para no hacer ruido. Marissa, ignorando las miradas de Connor, regresó a su habitación con la botella de alcohol. Una vez en su habitación, recibió un mensaje de su ayudante, Ferris.
«Riss, ten cuidado. Connor está furioso y ha contratado a un Cazador de Oro Oscuro para encontrarte. Estás en la lista de buscados a nivel mundial. ¡Está decidido a encontrarte! ¿Por qué tuviste que rechazarlo tan duramente?»
Con una mueca, Marissa respondió: «Envíale otro mensaje de mi parte».
De vuelta a la sala de reuniones, cuando Marissa se hubo marchado, el rostro de Connor se ensombreció aún más, el aire se llenó de tensión. De repente, el teléfono de Domenic sonó en aquel inoportuno momento. Al leer el mensaje, a Domenic le entraron sudores fríos. La doctora Riss había enviado otro mensaje. Su contenido era sorprendente, y Domenic vaciló, inseguro de si debía informar a Connor.
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