Atraído por mi mujer de mil caras
Capítulo 228

Capítulo 228:

«He traído a los dos niños aquí, Dr. Riss. Ya puede conocerlos», dijo Elvis. Cuando terminó de hablar, un hombre vestido de negro guió a los dos niños hasta el vestíbulo.

Marissa y Connor volvieron su atención hacia ellos. Los dos niños de cuatro años parecían aterrorizados, con expresión lastimera.

Conmovida por su angustia, Marissa se acercó y se agachó a su altura para examinarlos más de cerca. El niño y la niña, probablemente gemelos dado su parecido y su edad, eran sorprendentemente parecidos a ella. ¿Podrían ser realmente hijos de Tiffany?

Esforzándose por mantener una voz tranquilizadora, Marissa preguntó: «Cariño, ¿puedo ver la foto que tienes?».

La niña vaciló un poco antes de entregarle la fotografía que sostenía. A Marissa se le aceleró el corazón al mirar la imagen. Era una foto suya, tan parecida a Tiffany que los demás podrían engañarse, pero Marissa conocía demasiado bien su propio rostro. ¿Por qué tenían esos niños su foto?

Examinó la foto con atención, segura de que no había permitido que nadie le hiciera una foto así. ¿Cuándo y dónde la habían hecho? ¿Quién pudo tomarla? Las preguntas la bombardeaban, intensificando su dolor de cabeza. La foto era sencilla: un retrato con sus rasgos claramente visibles.

Tras una revisión exhaustiva, llegó a la conclusión de que la foto debía de haber sido tomada cuatro años antes, cuando ella sólo tenía dieciocho. En aquella época, siempre estaba en misiones en lugares peligrosos y nunca había tenido una relación sentimental con nadie. La idea de que hubiera tenido dos hijos era ridícula. ¿De dónde salieron esos niños? ¿Por qué tenían su foto? ¿Por qué creían que era su madre? ¿Quién los había enviado al Sunrise?

Mientras Marissa lidiaba con su confusión, Connor se acercó y echó un vistazo a la foto. Su expresión se ensombreció de inmediato. Podía distinguir a Marissa de Tiffany y sabía sin lugar a dudas que la mujer de la foto era Marissa.

Esto le recordó las palabras que ella había pronunciado durante la mediación de su divorcio: ¿había tenido realmente dos hijos y ahora éstos habían encontrado el camino hacia ella? ¿Quién podía ser el padre?

Ajena al cambio de expresión de Connor, Marissa levantó la vista, aún desconcertada, y preguntó: «Cariño, ¿quién te ha dado esta foto?».

«Vino de parte de la tía», murmuró tímidamente la niña.

«¿Quién es la tía?» preguntó Marissa.

«La tía es sólo… Tía», responde la niña sin dar más explicaciones.

El niño retomó la historia. «La tía nos dijo que ya no podía cuidarnos. Nos dio esta foto y nos dijo que buscáramos a mamá, que a partir de ahora nos quedaríamos con ella».

A pesar de tener sólo cuatro años, los niños hablaban con notable claridad y sus ojos brillaban de inteligencia. Sin embargo, en ese momento, estaban visiblemente asustados y se estremecieron.

Marissa esbozó una sonrisa de impotencia. La identidad de la «tía» seguía siendo un misterio y, sin esa información, Marissa no podía ahondar en los antecedentes de los niños. ¿Qué iba a hacer ahora con ellos?

Mientras Marissa reflexionaba, el pequeño la miró con pena en los ojos. «Mamá, ¿no nos quieres?». La niña intervino, con voz igualmente apenada: «La tía dice que si mamá no nos quiere, tendremos que quedarnos sin casa y valernos por nosotros mismos».

Marissa les acarició suavemente la cabeza, con el corazón compungido. Quería aclararles que no era su madre, pero temía el daño que podría causarles. Por el momento, decidió seguirles la corriente. «¿Cómo podría abandonaros? Soy vuestra madre y os quiero mucho».

Abrazándoles con fuerza, les tranquilizó: «Ahora vamos a casa». Los rostros de los niños se relajaron un poco. Aún se mostraban recelosos con Marissa, lanzándole tímidas miradas y dudando si acercarse o cogerla de la mano. Cogiendo a cada niño de la mano, Marissa se despidió de Paul y salió del Sunrise con Connor a su lado.

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