Capítulo 156:

Cuando Arabella dio un codazo a Connor con su bastón, éste se quedó aturdido, con los ojos fijos en Marissa, totalmente cautivado. Marissa había afirmado que podía eclipsar a cualquiera incluso sin maquillaje ni ropa elegante. Connor estaba totalmente de acuerdo; su encanto parecía irradiar sin esfuerzo, distinguiéndola incluso con el atuendo más humilde.

Normalmente, Connor veía a Marissa con conjuntos relajados y pantalones. Sin embargo, hoy lucía un opulento vestido valorado en treinta millones de dólares, que ofrecía un espectáculo de elegancia totalmente nuevo. El vestido envolvía a Marissa a la perfección, realzando su gracia natural como si fuera una obra maestra viviente. Verla despertó en Connor un instinto protector, el deseo de secuestrar su belleza para él solo.

De vuelta al momento presente por la indicación de Arabella, Connor abrió la caja de zapatos. Extrajo un par de brillantes zapatos de tacón blanco con diamantes incrustados, se acercó a Marissa y le dijo suavemente: «Por favor, siéntate».

Se dispuso a ayudarla con los zapatos. Marissa, sorprendida por su intención, vaciló. «¿De verdad vas a ayudarme con los zapatos?», preguntó con voz tímida. Sin decir nada más, Connor la presionó suavemente en el hombro y la guió hasta el sofá que había junto a él. Se arrodilló sobre una rodilla, le apoyó el pie en la mano y le puso el zapato con cuidado.

Connor, conocido por muchos como el formidable magnate de la ciudad, no se esperaba este acto tan amable. Cuando sus manos la tocaron, una cálida oleada recorrió a Marissa, encendiendo un calor que la recorrió desde los pies hasta todo el cuerpo. Los vívidos recuerdos del beso y las caricias de Connor de la noche anterior la invadieron, intensificando el calor. Estaba casi abrumada por la sensación. Las mejillas de Marissa se sonrojaron de un rojo intenso, reflejando la floración de una flor, intensificando aún más la atmósfera cargada que los rodeaba.

Arabella, que observaba en silencio, dejó que una sonrisa cómplice se dibujara en sus labios, encantada por la escena que se estaba desarrollando. Sin embargo, las doncellas que estaban cerca de Arabella se sorprendieron y abrieron los ojos con incredulidad. ¿Cuándo se había vuelto tan humilde el señor Connor Daniels? Connor, conocido por su comportamiento frío y distante, rara vez mostraba gestos tan atentos hacia una mujer, y mucho menos se arrodillaba para ayudarla con sus zapatos.

Parecía que los rumores eran ciertos: Connor se había enamorado de Marissa. Sin embargo, Connor permanecía ajeno a las opiniones de los demás, con la atención fija únicamente en Marissa. Sus pies, delicados y perfectamente proporcionados, parecían complementar a la perfección su figura. Su piel era tan suave como el jade.

Después de asegurarle los zapatos en los pies, Connor quiso preguntarle si estaba cómoda, pero se detuvo al notar su cara sonrojada y el calor inusual que irradiaba su piel. Con voz baja y tranquilizadora, le aconsejó: «Tranquila, no hay por qué estar nerviosa».

«¡No estoy nerviosa!» respondió Marissa rápidamente, con un deje defensivo en el tono. Connor se rió suavemente y siguió ayudándola con el otro zapato. Una vez terminado, la miró y le preguntó: «¿Estás cómoda?».

Marissa miró el logotipo de los zapatos que había diseñado. Este par valía la friolera de seis millones de dólares. Por supuesto, se sentía cómoda. Sin embargo, le picaba la curiosidad lo bien que le sentaban la ropa y los zapatos que había elegido para ella. Una punzada de inquietud se agitó en su interior al pensar en lo que él podría haber hecho mientras ella dormía. Antes de que pudiera contenerse, la pregunta se le escapó.

«¿Cómo sabías mi talla?»

El arrepentimiento la invadió de inmediato, sobre todo con tantos espectadores presentes. Se preparó para la respuesta de Connor, esperando que no revelara que la había medido mientras dormía. Mientras intentaba desviar la conversación, la inesperada respuesta de Connor pilló a Marissa completamente por sorpresa.

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