Capítulo 117:

Cuando Connor se marchó, la familia Sánchez dejó escapar un suspiro colectivo de alivio. Marissa se acercó a la silla de ruedas y notó que los dedos de Caylee golpeaban rítmicamente el reposabrazos, señal inequívoca de su alegría.

Ruth rió entre dientes y se dirigió a Marissa. «Tiffany, tu madre está muy animada. Tu actuación en el banquete hace un momento le ha traído recuerdos de sus días de juventud».

«Abuela, ¿cómo era mi madre entonces?»

«Era una fuerza a tener en cuenta. Desafiaba a todos y a todo, incluso al propio aire. Muchos pretendientes que la admiraban fueron disuadidos por su ferocidad. Sigue siendo un misterio cómo acabó con tu padre, que era conocido por su naturaleza amable».

Ruth volvió a reírse con ganas. «Hoy estabas igual que ella, enfrentándote tú sola a una multitud».

Recordando el enfrentamiento de Marissa con la familia Clifford, Daryl se unió a la risa. «Tiffany, antes temíamos que te hicieran bullying. Ahora, parece que deberíamos preocuparnos más de que tú te conviertas en la acosadora».

Con una sonrisa, Rachel preguntó: «Tiffany, con tu talento para la defensa personal, ¿por qué no te enfrentaste a los que te intimidaban antes?». Un ligero rubor coloreó las mejillas de Marissa, que mintió: «Entonces era débil. Hace poco que he empezado a entrenarme».

Rachel asintió comprensiva. «Te has vuelto muy hábil en la lucha. ¿Te entrenaste en una escuela de artes marciales? ¿Quién es tu instructor?»

«No, me entrené solo».

«¿Es realmente posible llegar a ser tan competente por uno mismo?».

«No es tan impresionante como parece. Sólo tengo una fuerza bruta considerable».

Marissa sacó la lengua tímidamente tras contar su historia. En realidad, sus habilidades de lucha se cultivaron en la Base del Juicio Final, una gran e intimidante organización internacional de artes marciales. Cualquiera que sobreviviera al entrenamiento en la Base del Juicio Final era un maestro por derecho propio, capaz de vencer a innumerables oponentes sin ayuda de nadie.

El viaje de Marissa a la Base del Juicio Final comenzó de forma inesperada. Obligada por sus padres a dejar la escuela y trabajar a la tierna edad de quince años, fue secuestrada por unos ladrones en un lugar desconocido, y estuvo a punto de perder la vida. Fue pura fortuna que King, el jefe de la Base del Juicio Final, se encontrara en las inmediaciones y la rescatara. Reconociendo su potencial innato, King la llevó a sus aisladas instalaciones de entrenamiento.

Situada en una remota isla ecuatorial, la Base del Juicio Final era el dominio de King, que acogía a numerosos estudiantes de todo el mundo, todos sujetos a las estrictas normas de la isla. King era un artista marcial sin parangón que estableció la Base del Juicio Final. Sus enseñanzas en artes marciales eran profundas y desafiantes, y exigían una forma física excepcional y una agudeza mental aguda. Todos los recién llegados debían soportar agotadoras sesiones de entrenamiento. Sólo los más resistentes podían reunirse con King y profundizar en las antiguas técnicas de artes marciales.

Los que sobrevivieron a este exigente régimen destacaron notablemente. Llegaron a convertirse en campeones de boxeo, líderes militares y guardaespaldas internacionales. Sin embargo, sólo unos pocos llegaron a dominar las técnicas ancestrales al nivel de un rey.

King llevaba años buscando un heredero a su altura, y lo encontró en Marissa. Marissa no sólo estaba dotada físicamente; su rápida comprensión de conceptos complejos la distinguía. Absorbía las enseñanzas con rapidez e incluso creó su propio estilo de lucha, con el que pronto superó a su maestro. King la reconoció como una joya y le transmitió todos sus conocimientos, con la esperanza de que algún día liderara la Base del Juicio Final. Sin embargo, Marissa no deseaba pasar su juventud aislada en la isla, entrenando en medio de un ambiente tan estricto. Recogió sus pertenencias y partió rápidamente. King la reprendió por desperdiciar sus habilidades. En respuesta, Marissa adoptó el alias de «Serpiente Negra», con el que se convirtió en una renombrada reina mercenaria.

Al volver al presente, Marissa se frotó la nariz, sintiéndose un poco incómoda. La familia Sánchez estaba impresionada por sus habilidades de combate, pero para ella esas hazañas eran triviales. Si no se hubiera contenido, Wesson y sus guardaespaldas habrían muerto. Justo entonces, su teléfono zumbó con un mensaje de Silver Fox: «Serpiente Negra, tenemos problemas. Gran emergencia».

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