Atraído por mi mujer de mil caras -
Capítulo 1016
Capítulo 1016:
En voz baja, dijo: «Gerry descubrió la identidad actual de Brian.
Brian no es otro que el ilustre jefe del Sunrise: el señor Paul Alvarado».
«¿Qué?» Melinda abrió mucho los ojos y casi se le cae la mandíbula.
«¿Brian es Paul Alvarado, el dueño del Sunrise? ¡Dios mío! ¡Es increíble! ¿Significa eso que la familia Nash acaba de pasar de ser una familia menor en apuros a una de las familias más importantes de Blebert? Entre todas las familias ricas de aquí, aparte de los Daniel, ninguna puede hacer frente al Grupo Paul.
¿De verdad vamos a tener que adular a la otrora insignificante familia Nash?».
Melinda hizo una pausa, con un destello de envidia en el rostro.
Y añadió: «Y ahora, el estatus de Tiffany entre la alta sociedad de Blebert será superior al mío y al de Chloe.
¿Cómo ha tenido tanta suerte?
Consumida por una ardiente oleada de celos, Melinda meditó sobre los días pasados en que había tratado a Tiffany como a un mero peón en sus juegos de desprecio.
Ahora, se daba cuenta a regañadientes de que tendría que adular a la misma persona a la que antes menospreciaba.
Los celos de Melinda se enconaron hasta que se desataron, dejándola ciega a su alrededor.
Su voz temblaba de furia cuando desató su resentimiento.
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«Imagínate, tener que doblegarnos ante Tiffany -la misma chica que considerábamos un hazmerreír- sólo porque tiene un padre influyente.
Esto es ridículo.
No puedo tragarme semejante injusticia».
Chloe, de pie, permaneció en silencio, con un rostro que delataba su conmoción mientras los ojos casi se le salían de las órbitas.
Asimiló en silencio los comentarios malintencionados de Melinda, royéndola también los celos, con las manos cerrándose en puños tan apretados que las uñas le dejaban marcas de media luna en las palmas. A Chloe le aterraba la idea de que Tiffany fuera el centro de atención.
Hasta ahora, Tiffany no había sido más que una sombra que realzaba su brillo.
La idea de que sus papeles se invirtieran -Tiffany brillando como protagonista y ella desvaneciéndose en un segundo plano- era algo que Chloe consideraba totalmente inaceptable.
A pesar de la tormenta de celos que se estaba gestando en su interior, Chloe recordó su entorno y consiguió reprimir sus sentimientos, tratando de enjaular su creciente envidia.
Al oír las incesantes quejas de Melinda, Chloe adoptó una fachada de rectitud y aconsejó: «Melinda, por favor, no hablemos mal de Tiffany.
Al fin y al cabo, es nuestra amiga.
Deberíamos celebrar su buena suerte».
Melinda dejó de desahogarse y lanzó a Chloe una mirada de desconcertada frustración.
Suspirando, concedió: «Siempre te las arreglas para ser tan… diplomática».
graciosa y sabia.
«Aún no he llegado a eso.
Es que no soporto la idea de que Tiffany suba por encima de nosotros algún día».
La memoria de Melinda se agitó de repente.
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