Capítulo 1301:

La sonrisa de Elyse era pequeña pero escalofriante. «¿Qué es lo que quiero? Quiero ajustar cuentas contigo Owens». Su voz era suave, sus palabras goteaban veneno. «Afirmas que sólo soy una intrusa. De acuerdo. Hablemos de cómo tu abuelo fue responsable de la muerte de mi hijo».

Los ojos de Débora parpadearon con culpabilidad. «¿Qué tiene eso que ver conmigo? Yo no maté a tu hijo. Encuentra al verdadero culpable».

Elyse arqueó una ceja con divertida incredulidad. «Entonces, ¿estás diciendo que no tienes ningún problema con que me vengue de tu abuelo?».

Debora se burló, poniendo los ojos en blanco. «Adelante. Si eres lo bastante valiente, ve y véngate de él. Pero, ¿sabes qué? Está muerto. Nunca tendrás la oportunidad de hacérselo pagar».

La sonrisa de Elyse se volvió maliciosa mientras se cruzaba de brazos, ladeando ligeramente la cabeza. «¿Cómo es posible que no tenga oportunidad?», dijo, con voz suave pero llena de peligro. «Porque yo fui quien lo mató».

Débora se quedó paralizada, con el pulso acelerado al asimilar el peso de las palabras de Elyse. «No… eso no puede ser cierto. Lo mató Jayden. Corrie me lo dijo. No me mentiría».

Los labios de Elyse se curvaron en una sonrisa irónica. «¿Por qué no te mentiría? ¿De verdad te crees todo lo que dice?» Se acercó más, su voz más fría que nunca, cada palabra más cortante.

«Si no me crees, deja que te pinte un cuadro. Tu abuelo, aterrorizado pero desafiante, me suplicó que no apretara el gatillo. Pero no me importó. Le disparé de todos modos».

La mirada penetrante de Elyse se clavó en la de Debora, y sus siguientes palabras flotaron en el aire como una nube oscura. «¿Sabes lo que se siente al matar a tu enemigo con tus propias manos? Es como renacer».

Debora negó violentamente con la cabeza, con la voz temblorosa. «¡Imposible! No puedes haberlo matado tú. Jayden debe haberte obligado a decir esto».

Su negación sonó hueca, más para tranquilizarse a sí misma que para otra cosa. Elyse, la mujer tranquila y delicada que una vez conoció, no podía tener la fuerza suficiente para acabar con una vida. Tenía que ser un juego retorcido, un truco para ponerla nerviosa.

Debora miró a Jayden con desprecio, con la incredulidad grabada en el rostro. «No puedo creer que cayeras tan bajo como para dejar que Elyse encubriera tu atroz crimen. Eres realmente monstruoso».

La cara de Jayden se tensó, su enfado claro. «¿Puedes dejarlo ya?»

«¡Eres un asesino despiadado! Me aseguraré de que los medios se enteren de esto. No hay forma de escapar a las consecuencias del asesinato del abuelo». La convicción de Debora era inquebrantable. A sus ojos, Jayden era el cerebro detrás del asesinato de Enzo en el extranjero, usando a Elyse como un escudo ingenuo, tal como lo había hecho a menudo.

«¿Planeas hacerlo público?» se burló Elyse, rechazando a Debora con una mirada fría. «¿De verdad es ése tu plan?».

Debora apretó la mandíbula. «¿Qué se supone que significa eso? Esto ya no te concierne. Ya no formas parte de esta familia. Si te entrometes, mañana sacaré a la luz tu complicidad para dar cobijo a un asesino. Piensa en tu carrera; no seguirás tocando el violín mucho tiempo, no bajo mi vigilancia».

La expresión de Elyse se endureció, sus ojos se entrecerraron en una rara muestra de amenaza. Su presencia esta noche irradiaba algo totalmente distinto, algo que inquietaba a Débora.

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