Capítulo 1270:

Elyse se volvió hacia él, sorprendida por la cruda sinceridad de su voz. En los últimos días, él había empezado a despojarse de sus reservadas capas, revelando pensamientos que brillaban de vulnerabilidad, dejándola a la vez conmovida y un poco abrumada. Tras dudar un momento, se excusó con una sonrisa fugaz y se apresuró a alcanzar a Darren.

Jayden, perplejo por su rápida marcha, no tardó en seguirla, con una expresión mezcla de preocupación y confusión.

En la periferia, una figura envuelta en una chaqueta negra y una gorra de béisbol observaba su intercambio desde una discreta distancia. Hardy se inclinó y le susurró a esa persona: «Creía que ibas a acercarte a Elyse».

El hombre de negro sacudió ligeramente la cabeza.

«No es el momento oportuno. Esperaremos a un momento mejor; seguro que surge una oportunidad».

Con esas crípticas palabras, se levantó y salió del aeropuerto, con Hardy siguiéndole a pocos pasos.

Elyse, sintiendo una punzada de inquietud, se detuvo y miró hacia atrás. Sus ojos se perdieron entre la multitud, buscando algo que no podía definir.

Jayden la alcanzó, con la preocupación marcando sus rasgos.

«¿Qué estás mirando? Es casi la hora de nuestro vuelo».

«Sentí que me miraban, como si alguien me observara», murmuró Elyse, con una mezcla de curiosidad y recelo en la voz.

«¿Hay una amenaza?» La voz de Jayden se tensó con urgencia protectora.

«No, no era una amenaza», le aseguró Elyse, con la mirada fija en la bulliciosa multitud.

«Era más bien como un eco de familiaridad, casi reconfortante de una forma difícil de explicar».

Elyse no se quedó pensando en la extraña sensación y enseguida embarcó en su vuelo de regreso a casa.

Cuando aterrizaron en Cambape, Darren tuvo que coger un vuelo de enlace a Watscar, por lo que Elyse tuvo que recorrer el bullicioso aeropuerto sin él.

Cuando Elyse y Jayden salieron a la luz del día fuera de la terminal, fueron recibidos por la sonrisa entusiasta de Pearce.

Pearce se adelantó, envolvió a Elyse en un cálido abrazo y la levantó de sus pies.

«¡Elyse, por fin estás aquí! Te he echado mucho de menos», exclamó, haciéndola girar en sus brazos.

Elyse, sorprendida por la repentina exhibición, sintió que el rubor se apoderaba de su rostro. Se escondió detrás de las manos, riendo: «¡Pearce, basta! Déjame bajar, por favor».

Pearce se rió ante su tímida respuesta, burlándose aún más de ella: «Eso fue sólo un corto viaje al extranjero, y aquí estás, sonrojándote como un colegial en su primer día».

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