Arráncame la vida
Capítulo 1

Capítulo 1:

“¿Qué ocurrió?”

Había preguntado un joven Román Gibrand, viendo a la pequeña y vulnerable niña delante de él.

Apenas había cumplido los dieciséis años y tenía el rostro machacado por los golpes, pero su mirada guardaba rencor y ni una sola lágrima corría por sus mejillas.

“Quiso abusar de mí…”, respondió Lorena con la mirada perdida y las manos temblando de ira.

“¿Quién?”

“Gustav Benatar…”

“¿Qué fue lo que hiciste?”

“Me defendí…”

Lorena por fin levantó la mirada rota hacia el hombre de aura fría y dominante. No le tenía miedo, pues había escapado del infierno y ningún demonio la atemorizaba.

“¿Cómo?”

“Corté su rostro por la mitad”

Una sonrisa sutil adornó ese rostro herido, pero satisfecho.

“Señor Gibrand, ¿Ahora entiende mi preocupación?”

Intervino John Morel.

“Por favor, serví muchos años a su abuelo Benjamín, saque de este miserable pueblo a mi hija y a mi sobrina, y deje que trabajen como parte de su servidumbre, son hacendosas y obedientes…”

La mirada asesina de Román lo silenció.

No necesitaba escuchar más.

Ya había tomado su decisión.

Los tenis de Lorena estaban llenos de barro seco y sus pulmones de aire de campo que llevaba el olor a tierra mojada.

Era bueno regresar a su pueblo donde creció, pero no tenía ganas de llegar a casa.

“Las cosas han cambiado mucho en estos años. Tu partida dejó consecuencias”, dijo su tío que había ido por ella a la central de autobuses.

“Dejaste este pueblo para que Gustav no te pudiera tocar, pero en venganza, hizo lo que quiso con Mindy en los maizales. Esa noche llegó temblorosa y destrozada a la casa… tú te salvaste, ella no…”

Las palabras de su tío la hicieron sentir culpable.

“¿Levantaron un acta? ¿Llamaron a la policía?”

“Lorena, en este pueblo no hay ley que pueda detener a esa clase de personas. Tal vez hayas conocido hombres más poderosos en la ciudad, pero aquí, en tierra de nadie, Gustav es un hombre intocable y lo sabes”.

“Lo siento”, dijo Lorena con un dolor punzante en el corazón.

“El Señor Gibrand, sabiendo el riesgo que las acechaba, decidió llevarte solo a ti. Así que siéntete honrada y no te lamentes”.

Abrió la puerta de la casa dejándola entrar primero.

El lugar había cambiado, gracias al dinero que ella enviaba cada mes, ahora era una casa elegante que destacaba en el pueblo.

“¡Lorena!”

La Tía Gwen salió emocionada a abrazar a su sobrina.

“¡Qué gusto tenerte de regreso! ¡¿Cuánto tiempo te quedarás?! ¡Espero que un par de años!”

Era la única persona en esa casa que en verdad consideraba la presencia de Lorena motivo de festejo.

Esa noche la cena sería especial, así que Gwen decidió salir al pequeño mercado a comprar algunos ingredientes y le suplicó a Lorena que la acompañara.

Hasta donde recordaba, su sobrina era buena cocinera y le encantaba la idea de que ella ayudara a preparar el festín.

Durante el camino, Lorena sintió las miradas inquisitivas de cada mujer del pueblo.

Su odio estaba ligado al privilegio que ella había tenido por salir de ahí sin ser tocada por Gustav.

Desde que ese hombre había alcanzado la adolescencia, abusando del poder que su familia tenía, comenzó a asediar a las jovencitas.

Era un hombre atractivo, la mayoría de las mujeres lo aceptaban con facilidad y las que se rehusaban, de igual forma terminaban pasando por él.

No había mujer en el pueblo que él deseara y no tuviera.

“¿Me da un kilo de naranja?”, preguntó Lorena en la verdulería y la mujer encargada la vio con recelo y la ignoró.

“Yo no atiendo a cobardes…”, respondió la vendedora antes de darle la espalda.

‘¿Cobarde?’, pensó Lorena.

Antes de poder reclamar, su tía la tomó de la mano dándole un suave apretón para que no comenzara ningún conflicto.

“Cuando te fuiste, todos se enteraron de que Gustav no te pudo tocar y no solo eso, el corte que le hiciste en la rostro fue motivo de burla en todo el pueblo. Todos le decían que por fin una mujer lo había puesto en su lugar y aunque se esmeró en decir que la herida se la había hecho con la trilladora, todos sabían que fuiste tú con esa navaja que siempre guardas en tu bota”.

“Déjame ver si entiendo, él vi%la mujeres, cobra protección, eleva la renta de sus tierras, pero… ¿Yo soy la mala? ¿Lo peor que pude hacer para estas personas es haber sobrevivido a él?”, preguntó Lorena indignada.

“Lo peor que pudiste hacer es pegar y correr”, dijo la dueña de la tienda con los dientes apretados y le soltó un bofetón a Lorena, haciéndola retroceder.

“Le arrancaste la cola al diablo y te fuiste, dejando que su furia cayera sobre nosotros y nuestras hijas. ¡La humillación que le hiciste, la tuvimos que pagar! ¡Ni siquiera tu prima se salvó!”

Las miradas molestas de los compradores recaían en Lorena, advirtiendo que no podía intentar defenderse, si no todo el pueblo terminaría encima de ella.

“Vámonos…”, dijo Gwen llevando de la mano a su sobrina de regreso a casa.

“¡Gwen! ¡Si eres inteligente, llevarás tú misma a Lorena a la casa de Gustav para que pida perdón!”, exclamó la vendedora mientras las veía alejarse por el camino de tierra.

“Ignóralos, solo están resentidos”, dijo Gwen preocupada.

“Así que es cierto, regresaste…”

La voz de Mindy era igual que rasguñar un pizarrón.

Lorena se dio cuenta que su prima se había convertido en una señorita hermosa y vestía con un traje sastre que la hacía ver elegante, pero su rostro era una máscara fría y cargada de rencor.

“Hola, Mindy”

Saludó con actitud culpable.

“¿Qué hay de comer?”, preguntó ignorándola y sentándose a la mesa.

“¡Todo un festín! ¡Lorena me ayudó a preparar muchas cosas deliciosas que aprendió a hacer en la ciudad!”, dijo Gwen con emoción.

“Sí Lorena preparó la comida, me rehúso a comer”

Indicó Mindy poniéndose de pie.

“No seas grosera”

Gwen sentía lástima del rechazo que sufría Lorena y se rehusaba a que lo recibiera de su propia familia.

“Déjala, si no quiere comer, no la debes de obligar”, respondió el padre de Mindy sentándose a la mesa.

“A mí no me queda otra opción, muero de hambre”.

“Mindy, siéntate y come…”, dijo la abuela acercándose con paso lento y gesto frío.

Cuando su mirada se detuvo en Lorena, se oscureció.

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