Ámame maldito CEO -
Capítulo 98
Capítulo 98:
“No lo sé, ni siquiera lo conozco, nunca he conocido a Sean Hyland en mi vida, solo conocí a un Sean en mi vida, pero…”
“Pero, ¿Qué?”
“Nada, debo irme”
Dijo con voz firme.
Sophie quiso besarlo, pero él la rechazó y se fue.
Joe caminó a su auto, pero se detuvo al recordar a Sean Carson.
‘Juramos que seríamos hermanos, que nos queríamos y cuidaríamos como tal, prometimos mantenernos unidos, pero, al final, nos perdimos en el camino’
Pensó con melancolía.
Flashback:
Joe recordó la última charla que tuvo con Sean Carson.
Ambos estaban en el jardín.
“Supongo que esperas que después de tu boda nos larguemos de aquí”
Espetó Joe con recelo.
“Supones mal, Joe, nunca te dejaré a tu suerte, eres mi hermano, siempre será así, siempre te querré así, aunque tú no me quieras de esa manera, esté es tu hogar, y cuando la herencia me sea entregada, yo te daré la mitad de ella. Eso es lo justo”.
“¿De verdad lo harás?”
“Claro, es lo justo, tú eres mi hermano, y aunque lo dudes, te quiero
Joe lo abrazó.
“¡Hermano! Lamento que mamá nunca me haya dejado ser tu hermano, no sé si se puede recuperar el tiempo perdido, pero estaré aquí”.
Sean sonrió.
“Estaré aquí, yo también estaré aquí para ti”.
Joe Carson llegó a creer que por fin tendría un hermano con el que sentirse cercano, tener a alguien en quien confiar los mejores momentos su vida.
Al fin podría tener un confidente, pero todo acabó aquel día oscuro.
“¡Sean! ¡¿Qué hiciste?!”
Sean estaba tendido sobre el granero.
Abrió los ojos al escuchar esa voz severa, y observó que sus ropas estaban cubiertas de sangre.
Su mano tenía una hoz, cubierta de sangre, el hombre lucía asustado.
“¡Asesino! Cruel asesino, ¡Tú lo mataste!”
Gritó Regina Carson, asustada y severa.
Esa fue la última vez que Joe Carson vio a su hermano.
Sean fue encarcelado.
Nunca más lo vio, ni lo visitó.
Luego su madre le aseguró que su hermano decidió ceder toda su fortuna en favor de él; y que Sean permanecería de por vida en la prisión.
“Hermano, quisiera verte; pero si te visitara, ¿Me perdonarías por abandonarte todos estos años? ¿Me querrías si supieras mi triste secreto? Quizás estarías conmigo, incluso hasta en mis últimos días”
Pensó con nostalgia.
…
Mientras tanto en otro lugar…
Merybeth tocó a la puerta de Sean, y entró sigilosa.
Cuando él alzó la vista la observó trayendo una bandeja con comida.
“¿Qué haces?”
Exclamó él, abandonado su libro de lectura, y la miró.
“Traje algo de comer, nadie puede dormir con el estómago vacío, anda, come”.
Él escondió una sonrisa, pero ella la notó.
Sean tomó el té y bebió un poco.
Estaba caliente y su estómago lo agradecía.
Luego comió un poco de la comida ligera que le trajo.
“¿Por qué haces esto?”
“Eres mi marido, debo cuidarte”.
“Merybeth, recuerda que esto solo es un contrato, recuerda que tiene una fecha de caducidad”
Sentenció con firmeza.
Merybeth sintió algo de dolor en su corazón, y luego lo miró.
“¿Y cuándo se termina? Bueno, quiero saber para hacer mis planes futuros”.
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