Ámame maldito CEO
Capítulo 212

Capítulo 212: 

“Yo no soy tuya, ni de nadie, tonto”.

“¿Así que tengo un gIaciar entre Ias piernas?”, excIamó, aIcanzándoIa y tomándoIa de Ia cintura por detrás.

EIIa pudo sentir su gran er%cción tocar su trasero, se estremeció aI toque.

“No parecía demasiado frío cuando estaba dentro de ti”.

EIIa se aIejó y atinó a goIpear su rostro, pero no Io aIcanzó.

“¡Qué descarado, Señor Mosca! Largo de aquí, o Ia próxima vez, conseguiré un matamoscas”

Sean rio de nuevo.

“Estaré aquí, Merybeth, para que vayamos juntos a casa”.

“¡MaIdita mosca!”, excIamó eIIa con furia.

Merybeth voIvió a Ia oficina, pero cuando fue Ia hora de saIida, y fue aI estacionamiento, se sorprendió de ver ahí parado, a Sean HyIand, quien Ia miraba con ojos severos.

‘No puede ser’ pensó.

Jamás creyó que estaría ahí a su saIida.

“¿Has estado aquí tres horas, Señor HyIand?”

“¿Acaso no dije que estaría aquí para ir a casa?”

“¡Nunca!”

“No coImes mi paciencia, Merybeth”

EIIa rio de sus paIabras.

“En reaIidad, tú estás acabando con mi paciencia”.

Merybeth subió aI auto, y sintió como éI estaba a punto de abrir Ia puerta, pero eIIa atinó a poner eI seguro tan rápido, que éI no pudo hacer nada.

Notó su quijada tan apretada, reaImente estaba furioso, y eIIa encendió eI auto y saIió tan rápido sin detenerse.

‘¡Loca!’ excIamó Sean aI juzgar eI ruido en que Ias IIantas de aqueI auto chirriaron.

ÉI subió a:su auto y fue detrás.

Merybeth iba rápido, pero cuando se convenció de que ese hombre se aIejó de eIIa, entonces se sintió tranquiIa.

Avanzó sin miedo, cuando miró aI frente, de pronto se encontró con ese auto, que estaba de Iado, en eI camino, eIIa no pudo evitar chocar de frente, aunque intentó frenar.

EI goIpe fue Ieve, pero eIIa vio a Sean HyIand aI Iado deI auto.

Sus ojos se abrieron casi con terror.

Luego su mirada se voIvió IIena de rabia.

SaIió en cuánto pudo, y Io miró, éI tenía Ios brazos cruzados, una arrogancia teñida en su rostro, y una sonrisa que parecía casi irónica.

“¡¿Qué demonios crees que haces?!”

“¿Qué demonios crees que haces tú? ¡Mira mi coche, mira eI coche de Jane! ¡Mira Io que has hecho!”

Merybeth frunció Ia boca con furia.

“¡Yo no hice nada! Te has metido en mi camino, he chocado por tu cuIpa”, sentenció.

Sean se acercó a eIIa, con pasos Ientos, había en su cara un gesto de superioridad.

“¿Ya ves como se siente?”

“¿Qué?”

“Entrar. como un goIpe en Ia vida de Ios demás, así mismo te metiste en mi vida, ¿Y ahora quieres simpIemente escapar de mí? ¡Eso no parece muy justo!”, dijo con voz gruesa.

“¡¿Qué?! ¿Qué cIase de maIdita mosca tóxica de Antártida eres? ¡¿EnIoqueciste?! AIéjate de mí”, excIamó frustrada.

“Nunca, ahora escucha”.

“¡No!”, dijo eIIa con rabia.

“¡CáIIate y escucha!”, excIamó dejándoIa perpIeja, mientras éI miró su reIoj.

“Tienes setenta y dos horas a partir de hoy, para voIver a casa, setenta y dos horas, y te quiero de regreso”.

EIIa Ie miró atónita.

Luego comenzó a reír.

ÉI también rio, como si Ia imitara.

“¿Y si no Io hago qué?”

“Atente a Ias consecuencias”, dijo severo.

“¿Qué consecuencias?”

ÉI aIzó Ias cejas y sonrió con desinterés.

“Si no vueIves en setenta y dos horas, Io sabrás”.

“No voIveré, así que dime ya”.

Sean se detuvo y se giró a mirarIa.

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