Alquilando una mamá -
Capítulo 90
Capítulo 90:
Era la mejor noche de todas, la más memorable y feliz que habían tenido hasta ese entonces. Bailaron como dos locos enamorados, rebosantes de alegría y con los corazones acelerados latiendo al unísono. Anthony se sentía como si le hubieran quitado un peso de encima: tenía una calidez y una ligereza en el pecho que lo incitaban a sonreír de oreja a oreja, pues había dado un gran paso al superar su temor de volver a amar a alguien. Cuando terminó la canción, le dio un beso a su futura esposa, y volvieron de la mano a la mesa, donde el mesero les sirvió el postre unos minutos más tarde. Mientras comían, hablaron un poco de su relación y de la sorpresa porque Amanda no había sospechado nada.
“¿Vamos?” preguntó él al cabo de un rato.
“Sí”.
Con los dedos entrelazados, se dirigieron a la recepción del restaurante y después al coche. Durante el viaje de vuelta a casa, Anthony puso música tranquila y miraba a su amada todo el tiempo. Ella, en cambio, estaba concentrada mirando hacia delante, por lo que él aprovechó para tomarle la mano, sacándole una sonrisa.
Una vez que llegaron, Amanda subió a la habitación de Lucy, donde arropó a la niña dormida y le dio un beso de buenas noches antes de irse. Fue a su cuarto para ponerse el pijama, pero Anthony entró justo cuando se estaba quitando las joyas y el maquillaje.
“Vas a venir a dormir conmigo, ¿No?”
“¿Viniste aquí para preguntar eso?” Ella se rio.
“Sí” respondió él. “Amor, ¿Por qué no te quedas en mi habitación? Debería haber llevado todas tus cosas allí”.
“Bueno, me ducho y voy para allá”.
“Dúchate en mi cuarto”.
“¿No te vas a bañar?”
“Contigo”. Le sonrió levantando las cejas. Ella soltó una carcajada.
“Ah, ahora entiendo todo”.
“Si no quieres, entra tú primero y luego voy yo” cedió el joven.
“Está bien, está bien. Solo déjame terminar aquí, ¿De acuerdo?”
“Perfecto”. Él se fue a su habitación.
Cuando ella terminó de desmaquillarse, tomó la ropa junto con la toalla para ir al dormitorio de su novio. Anthony estaba en la cama jugando con el teléfono y, al verla entrar, la llevó al baño. Se metieron en la ducha en ropa interior porque Amanda todavía tenía vergüenza de estar desnuda frente a él. Entretanto el joven la ayudaba a lavarse la espalda, le robó unos besos y eso le sacó una sonrisa. Una vez limpios, se vistieron y ella fue a buscar el secador de cabello, pero él lo tomó de sus manos y empezó a secarle el pelo. La chica lo miraba desde el espejo admirando su belleza, cautivada por lo guapo y seductor que era. En cuanto él terminó su tarea, ella se pasó la mano por el cabello para corroborar que ya no estuviera húmedo; para su sorpresa, estaba completamente seco. Luego, se acostaron en la cama. Amanda no dejaba de mirar el anillo que tenía en el dedo, pues sentía que estaba en un sueño. Sin embargo, su novio se preocupó al percatarse de que no le quitaba los ojos de encima.
“¿No te gustó? Podemos cambiarlo si quieres”.
“Claro que me gustó. Es hermoso, es imposible que a alguien no le guste” respondió ella.
“¿Entonces en qué estás pensando? ¿Te arrepentiste? Lo entenderé si prefieres esperar. Empezamos un poco rápido, pero no tengo ni una duda de que seremos felices”.
“Nunca digas eso. No me arrepiento de nada y siempre tendrás mi sí. Solo estaba pensando en lo mucho que cambió mi vida; parece mentira que ahora esté por casarme”.
“¿Pero estás feliz?”
“Sí, muchísimo. Hoy es el día más feliz de mi vida”.
“Me alegra oírlo porque yo siento lo mismo. Espero cambiar tu vida para mejor cada día que vivamos juntos”.
“Eso ya lo estás haciendo. Cada día contigo es una dicha sin igual”. Se sonrieron el uno al otro.
“¿Amor?” dijo él.
“Dime”.
“Quiero que nos casemos pronto”.
“Me lo imaginaba” rio ella.
“En serio, no quiero esperar mucho. Quiero llamarte mi esposa, darte mi apellido, que tengamos hijos. Deberíamos casarnos lo antes posible”.
“Qué ansiedad, ¿Eh?” Amanda no pudo evitar reírse un poco.
“¿Tú no quieres?” preguntó él, preocupado.
“¿Cuándo?” retrucó ella.
“En un mes”.
“¿Tan pronto?” Levantó las cejas, sorprendida.
“Sí, amor. Hay tiempo suficiente. Podemos llamar a un equipo para que haga la decoración y se ocupe de todo. Será hermoso”. Le brillaban los ojos.
“Me gustaría algo un poco más simple”.
“Claro, yo tampoco quiero una gran fiesta. Terminé alejándome de mucha gente, y algunos amigos solo eran de copas”.
“De acuerdo. Aquí no conozco a nadie más que a Cindy, así que no tengo otros invitados”.
“Entonces lo organizaremos en los próximos días, ¿De acuerdo?”
“Está bien”.
Él la atrajo hacia su pecho y se abrazaron hasta que se quedaron dormidos.
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