Alquilando una mamá -
Capítulo 71
Capítulo 71:
Anthony le levantó el rostro para mirarla.
“Vamos a ser felices juntos, ¿De acuerdo?”
“Está bien”.
“Ven aquí” dijo llevándola hacia el agua.
“¿Qué haces?” preguntó confundida.
“Vamos a limpiar juntos tu alma y cuerpo, quiero que liberes tu mente y que a partir de ahora vivamos una nueva vida, donde solo haya felicidad; felicidad y nada más. Hagamos que el agua se lleve toda esa angustia y dolor del pasado”.
Ella le acarició el rostro y entraron juntos al mar, se agacharon para que el agua los mojara por completo, se sumergieron y se abrazaron bajo la noche oscura, dejando que el agua se llevara toda la pena, la tristeza y los malos sentimientos. Después de un rato, salieron del mar y regresaron a la casa más aliviados.
No había nadie en la piscina ni en la sala. Subieron a la recámara y, en el pasillo, comenzaron a escuchar gem!dos. Anthony tocó todas las puertas hasta que se escucharon los quejidos de un muchacho. Luego entraron a la habitación, aún húmedos, y fueron al baño. Anthony salió para que Amanda se duchara, pero ella lo llamó.
“¿Te bañarías conmigo?”
“Pero..”.
“Con ropa interior”.
“Claro”.
Se quitaron la ropa mojada y se metieron en la ducha. Ella usaba una lencería muy sensual, pero Anthony no estaba pensando en se%o, sino en cuidarla y nada más. Le lavó el cuerpo para sacarle la sal del mar mientras ella se relajaba. Le lavó el cabello dejando que la espuma se deslizara sobre su piel sedosa.
Vio el tatuaje y, al mirarlo de cerca, notó la cicatriz. Luego, ella comenzó a lavar a Anthony con delicadeza y cariño. Eran dos cuerpos casi desnudos, cubiertos tan solo por un trozo de tela, y los dos tenían buenas intenciones, sin dar lugar a pensamientos inapropiados. Solo se miraban con ternura y se tocaban con cuidado y cariño. Al terminar, fueron a vestirse y Amanda limpió el baño.
“Tengo hambre” dijo ella.
“Yo también, ¿Vamos a la cocina?”
“Sí” aceptó.
Él volvió a tocar las puertas de las habitaciones mientras iban a la cocina. Cuando llegaron, los empleados no estaban allí porque ya era tarde, así que Amanda revisó la heladera y preparó unos sándwiches.
Anthony, en cambio, no sabía hacer nada, así que ella le pidió las cosas que iban a necesitar para hacer un poco de jugo; tomó algunas naranjas, azúcar y agua. Le enseñó cómo hacerlo y él mezcló los ingredientes hasta que estuvo listo. Después guardó lo que habían usado, y se sentaron a comer. En ese momento, Ken y Cindy entraron a la cocina y vieron los sándwiches.
“Ni lo sueñen, son nuestros” dijo Anthony.
“No dijimos nada” dijo su amigo entre risas.
“Pero sé que lo pensaron”.
“¿Y uno solito?” intentó Cindy.
“Tómalo, haré más” dijo Amanda.
“Gracias, amiga”.
“Amor, estos glotones se comerán todo”.
“Anda, muerto de hambre” se quejó Ken.
“Ya basta, no hay problema” se rio Amanda y fue a hacer más bocadillos. Además, tomó un pastel de la nevera, lo llevó a la mesa y se pusieron a comer.
“¡Cielos! ¡El anillo!” exclamó la amiga.
“Estamos comprometidos” le contó Amanda.
“¡Qué emoción! Felicidades, amiga. Fue a abrazarla. “Si la lastimas, te mato” dijo dirigiéndose a Anthony.
“Relájate un poco”. Amanda no podía contener la risa.
“Qué bien, amigo, felicidades” dijo Ken.
“Te lo agradezco, hermano.
“Gracias” dijo Amanda.
“Mm, ¿Qué tiene este sándwich? Está riquísimo” preguntó Ken.
“Una pizca de amor, dos de cariño y una de envidia” bromeó la cocinera.
“Demasiado esfuerzo”.
“Eres un envidioso” dijo Anthony.
“Cuando éramos vecinas, siempre comía lo que ella preparaba” contó Cindy.
“¿Te mudaste?”
“Ella vive conmigo” dijo Anthony justo cuando Amanda estaba a punto de decir que no.
“Ah, bueno, ¿Ya? Mira, Cindy, te dije que no era tan pronto para pasar al siguiente nivel.
“No es lo que te imaginas” rio Amanda. Anthony le explicó la situación y siguieron hablando y comiendo.
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