Alquilando una mamá
Capítulo 239

Capítulo 239:

Al día siguiente, Amanda se despertó con algo de dolor. Intentó levantarse sin hacer ruido para tomar algún medicamento, pero Anthony se despertó.

“¿Estás bien, amor? Es muy temprano”.

“Quiero tomar una pastilla para los cólicos”.

“¿Te duele mucho? ¿Quieres ir al hospital?”

“No, está bien”.

“Deja que yo te la traiga. Acuéstate”.

“Gracias”.

Anthony se levantó de la cama mientras Amanda volvía a acostarse. Al taparse, sintió algo húmedo en la cama y se le puso el rostro rojo de la vergüenza.

“Amor, ¿Qué ocurre?” preguntó Anthony.

“Cielos”.

“¿Qué ocurre, amor? ¿Te orinaste en la cama?” dijo Anthony entre risas.

“No, rompí bolsa”.

“¿Qué bolsa, amor? No tenemos ninguna bolsa en la cama”.

“No, Anthony, significa que el bebé está por salir. Cielos”.

“¿Qué? ¿Cómo? Es muy pronto”.

“Lo sé, pero rompí bolsa”.

“Cielos” dijo Anthony mientras palidecía.

“Haz algo, amor”.

Anthony salió corriendo y Amanda se quedó mirando la habitación vacía, incrédula, e intentando levantarse de la cama. Una vez que logró incorporarse, salió más líquido mezclado con sangre y comenzó a sentir un dolor punzante. Se aferró a la cama, doblándose por el dolor terrible que estaba sintiendo, y Anthony volvió a entrar a la habitación acompañado de sus padres. Sabrina corrió hacia ella preocupada.

“Cálmate, querida, respira”.

“Duele. Duele mucho” dijo con la respiración entrecortada.

“Lo sé. Tranquila, tienes que respirar hondo y controlar la respiración”.

“Hay sangre” dijo Anthony, con la voz cargada de preocupación.

“Cielos, amor”.

“Mi hijo” se lamentaba Amanda.

Amanda comenzó a desesperarse al ver la sangre. Sabrina corrió al armario y tomó los bolsos que estaban preparados para el hospital. Anthony cargó a su mujer hasta el coche y Geoffrey le pidió a Esther que cuidase de Lucy y le avisó que la familia de Amanda llegaría ese mismo día a la casa. A pesar de que era temprano, Esther ya estaba despierta.

Sabrina se vistió rápido y salieron para el hospital. De camino, Anthony llamó a los médicos para advertirles sobre la situación. Amanda estaba con mucho dolor: lloraba y gritaba; estaba desesperada y muerta del dolor.

Cuando llegó al hospital, un equipo médico ya estaba esperándola para llevarla a una sala de parto y una obstetra comenzó a explicarle a Anthony qué ocurriría a continuación.

Anthony pudo acompañar a la obstetra a la sala de partos, pero sus padres debían esperarlos en la recepción. Se cambió de ropa y entró a la habitación. Amanda estaba terriblemente pálida por el dolor. La médica le hizo una ecografía y revisó la dilatación.

“Estás dilatando, Amanda” le informó.

“Es hora. Comencemos con el parto”.

“¿Cómo es posible?” preguntó ella.

“Aún no se cumplieron los meses necesarios”.

“Tienes un embarazo de ocho meses, querida. Algo ocurrió, pero eso lo hablaremos luego. Ahora necesitas concentrarte y controlar el dolor. Cuando sientas una contracción, debes hacer fuerza y pujar, ¿Está bien?”

“Cielos, hijo mío” lloró Amanda.

“No te preocupes. Él está bien, solamente quiere nacer antes de tiempo”.

“¿Estará bien? Por favor, dígame que estará bien” suplicó ella.

“Tranquila, amor” la consoló Anthony.

“Sí, estará bien. Lo vamos a cuidar. Ya hay un equipo preparando la sala donde nos ocuparemos de él. Créame, lo voy a cuidar como si fuera mío”.

“De acuerdo” accedió Amanda.

“Respira, todo estará bien. Estoy aquí, contigo”. La tranquilizó Anthony.

“No me sueltes la mano” le rogó Amanda.

“Por favor, quédate conmigo”.

“No me iré a ningún lado. Mantén la calma y haz lo que te ordenó la médica. Nuestro hijo quiere nacer, amor”.

“¡Me duele mucho!” chilló Amanda.

“Quiero anestesia”.

“No, Amanda. Vamos, tú puedes” la animó la obstetra.

“El bebé está cerca. Puja cuando venga el dolor”.

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