Alquilando una mamá
Capítulo 224

Capítulo 224:

Después de que Amanda comiera, Anthony la llevó al auto y se fueron al centro comercial. Estaba muy emocionado, su alegría se notaba claramente. Llegaron al centro comercial y entraron. Anthony tomó la mano de Amanda, la llevó a la primera tienda de niños que encontró y al entrar se volvió loco al ver todas las cosas que había para bebés.

“Cariño, recuerda que debe ser unisex”.

“Amor, mira este vestidito… ahora mira este conjunto aquí con la corbata”.

“Son realmente hermosos, pero no puedes llevar los dos sin saber el se%o, cariño”.

“Ya sé, ven, vamos a mirar los carritos”.

Amanda lo acompañó, una mujer les consultó qué querían ver y Anthony pidió mirar los carritos. Fueron hasta esa parte de la tienda y Anthony fijó la mirada en uno. Amanda se asombró al ver el precio”.

“¿Estás segura?”

“¿Qué pasa?”

“Estoy pensando que esta tienda es demasiado cara, mira este carrito”.

“¿Cuál es el problema?”

“Amor…”

“Tenemos dinero, cariño, esta marca es buena”.

“¿Sabes que este kit cuesta 8.225 dólares?”

“Princesa, no te preocupes por el precio, ¿Sí? Tenemos dinero, si nos gusta lo compramos”.

“Pero…”

“Eso es todo, sabes que tengo dinero, y ahora es tu dinero también. Si algo te gusta no lo dudes, quiero que nuestro hijo tenga todo lo mejor”.

Amanda no se atrevió a decir nada más. Siguieron mirando y Anthony eligió un carrito, era un kit que venía con baby confort. Anthony miró por toda la tienda, quería llevarse todo, ropa de niño y de niña, pero no pudo. Amanda eligió algunas cosas como la bañera, cambiador, mordedor, un juego de biberones, babero…

Terminaron de comprar todo y fueron a otra tienda. En esa tienda no les gustó nada, así que fueron a la siguiente. Anthony miró un sillón de descanso automático, mientras Amanda miraba algo de ropa de colores neutros. El encontró unos juguetes y la llamó. Amanda se enamoró de la alfombra con juguetes. Anthony tomó dos más que salían casi lo mismo y ella se quedó confundida, no sabía si reír o llorar. Él se llevó todo sin importar el precio o si ya estaba repetido: si le gustaba, lo compraba.

Fueron hacia el cajero y Amanda se asombró del precio, pero Anthony deslizó su tarjeta sin límites y se fueron; los guardias de seguridad llevaron las cosas al auto mientras ellos paseaban por el centro comercial. Anthony llevó a Amanda a una joyería y ella lo miró esperando una respuesta. Él acarició su rostro sonriendo al ver la confusión en ella.

“Tengo un regalo para ti”.

“¿Estás bromeando?”

“Claro que no, vamos, ya lo había pedido hace unos días”.

Anthony llevó a Amanda y se acercaron a un hombre que estaba atendiendo a unos clientes, se detuvo y se dirigió hacia Anthony.

“Anthony, qué bueno verte”.

“Hola Geoffrey, ¿Cómo está mi pedido?”

“Listo”.

“Genial, ella es mi esposa, Amanda”.

“Hola, un gusto conocerte, realmente te sacaste la lotería, es muy bella”.

“Hola…” respondió Amanda torpemente.

“Lo dejo pasar porque eres gay, de lo contrario ya hubiese hecho que clausuraran la tienda”.

“¿Crees que no lo sé? Si alguna vez cambio mi gusto, te lo haré saber”.

“Dejemos de hablar, tráeme las joyas”.

“Está bien, espera un minuto”.

El chico de la joyería se fue.

“¿Estás cansada? Sentémonos para que descanses un poco”.

“Estoy bien”.

“¿En serio?”

“Sí. No necesitaba comprar joyas caras”.

“Yo lo necesito, quiero dárselo a mi esposa”.

“Sí, pero…”

“Quiero hacerte más hermosa de lo que ya eres, darte regalos”.

“Está bien”.

“Aquí está…” dijo Geoffrey mostrando una caja”.

“Genial” contestó Anthony.

Anthony la abrió ahí mismo. Amanda se quedó con la boca abierta al ver cómo brillaban las joyas: los diamantes se veían con el reflejo de la luz, eran delicadas, pero no extravagantes. Anthony tomó el brazalete y se lo puso. Observó el brazalete y la miró a ella.

“Quiero que siempre uses este brazalete, trata de no olvidarlo”.

“¿Por qué? Hay lugares en los que no puedo, como el hospital; tengo que quitarme las joyas para ir al trabajo”.

“Mételo en el bolsillo, no te quedes sin él, ¿Me escuchaste?”

“Está bien”.

“Tiene un gran valor para mí, por eso quiero que siempre lo tengas, por si alguien te lo quiere sacar. Nunca se sabe, ¿Verdad?”

“Sí, siempre lo usaré”.

“Genial”.

“¿Estamos bien? Amigo, siempre que me necesites ya sabes donde encontrarme” dijo Geoffrey.

“Gracias, sigue así, siempre impecable”.

“Es un honor hacer estas joyas para ti, estoy seguro que esta hermosa mujer las lucirá y causará envidia”.

“Bueno, Cielos. Gracias” respondió Anthony, incómodo.

Después se fueron; Amanda caminaba mirando el brazalete en su muñeca.

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